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ROBERTO LÓPEZ
Jueves, 3 de abril 2025, 02:00
Este sábado, falleció Roma y ha muerto mejor que muchos hombres. Porque Roma vivió mejor que muchos hombres. Todo un ejemplo. Querida Roma, nuestra perra, ... fiel compañera, amiga del alma, bella diva de ojos estrábicos y aroma a cacahuetes, gracias por todo. Has sido un regalo de casi nueve años, un suspiro tan breve como eterno, la vida dada, otra manera de ver el mundo y de querer, tan generosa como libre, tan bondadosa como nadie. Un ejemplo. Te dije, justo antes de salir de la sala de urgencias, roto de dolor: «muchas gracias por todo, amiga» y te di un beso que aún me dura. Así ha sido y así será. Te vas y nos dejas el ejemplo y todo el agradecimiento -gracias, gracias...-, y nos dejas el amor y la memoria y la sabiduría animal y esa plácida y constante presencia y el perfil de tu sombra apoyado en la pared del jardín como un dibujo, Snoopi... Me dejas tantas cosas sin saberlo, amiga peluda, Roma. Te dije muchas veces que te escribiría una columna o una canción pop y, no sé bien porqué, pero nunca me salió, hasta ahora. Ahora sí escribo automáticamente frente a tu legado. Pero escribo y nadie me mira desde tu cama, como nadie observará a Álex mientras estudia Mercantil en su cuarto, ni nadie pedirá pan con aceite a Nadia en el desayuno, ni jugará con Anita, chinchándoos como dos viejas pellejas, divertidas compinches que aúllan en el sofá del salón. Te vas y perdemos todas tus rutinas.
Querida, Roma, perdemos tus rutinas. Nadie me acompañará en mis paseos en bici por el campo o por la playa en invierno, cuánto te gustaban aquellos paseos junto a la orilla del mar. Qué pena, zapatitos. Con todos los caminos que hemos recorrido. Miles de kilómetros juntos. Qué pena más oscura y negra. Tan negra como la mancha del ecógrafo, «es sangre», dijo el doctor, como las manchas de tu lomo, tan oscuras desde cachorro, como tu trufa negra, como este negro eclipse que me acompaña desde hace días. Este sábado nos dejaste y te fuiste como viniste, como viviste, sin dar una guerra, tranquila, serena, silenciosa, bondadosa, clavando tus ojos estrábicos y bellos en mí, agradeciendo que te acariciáramos la papada, colocando sutilmente la patita en mi mano. Ay, Roma, Romilla, Romana, Romacha Gorda Pancha, perra beagle, olor a cacahuetes, alhaurina rutinaria, acrítica y servicial, cabezona como solo tú eras, elegante cazadora, bella durmiente, voraz y clemente. Te gustaba dormir y ahora duermes para siempre. Sueñas y nosotros soñamos contigo, te recordamos que es una forma de soñar. Te recordamos tumbada, fingiendo que no has oído, suspirando con fuerza, moviendo el rabo antes del paseo, pidiendo el desayuno, saludando al llegar a casa, subiéndote encima, haciéndonos reír... Roma, Romilla, fiel, tierna, buena, huella indeleble, aullido inmortal, noble y leal, amiga eterna, gracias por todo. Viviste mejor que muchos hombres y has muerto mejor que muchos hombres. Qué ejemplo y qué lección, nuestra vida, nuestra familia, la quinta Plómez, nuestra Roma.
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