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«Y España no se rompe...» Repetía Zapatero, mientras atizaba el fuego de la caldera con el constante impulso de puesta en duda y revisión de los procesos democráticos precedentes e instituciones y principios constitucionales.
Se dice que en las décadas de los 40 y ... 50 Casablanca fue sede europea no sólo del mejor cine, también de muchos juegos de espías. Después Francia se fue de Marruecos y España también. Muy distinto fue lo ocurrido en Argelia, dónde lo francés tuvo que disolverse, ya que de allí no podía irse porque Argelia era Francia. Y es que las cosas cambian, ha pasado siempre, pero incluso la realidad puede transformarse o girar 180 grados, aunque parezca increíble. Sólo hay que pensar en Ucrania, no digamos Yugoslavia -que ya no existe-, las recientes Macedonia del Norte o Kosobo, el neopaís para algunos fantasma. Por eso, si no queremos que España cambie hacia lo que nunca fue o perjudicar nuestra democracia malogrando las instituciones, tenemos que convencer a Sánchez de que se vaya pronto. Manipular la Fiscalía General, vejar al CNI, empequeñeciendo su funcionamiento y sus méritos profesionales, dañar a la Monarquía, invisibilizando al Rey Felipe VI, suplantándolo por momentos o intentar humillar al Rey Juan Carlos, articular la figura del indulto en contra de jueces y tribunales, sin el más mínimo informe favorable... Usar como moneda de cambio las instituciones democráticas y nuestro modelo constitucional para apuntalar una coalición irreconciliable es una conducta penosa, arriesgada y que todos reprocharán en el presente y en futuro.
Las cosas cambian y muchas se estropean o destruyen. Asumir deudas fraudulentas con los contemporáneos y con la historia es sólo propio de los peores. Nadie le cree ahora, menos en cuanto se vaya y nadie tampoco lo querrá cuando pasen los días. Es cosa ya de que Sánchez lo sepa. Hay una regla fija, aquellos que a nadie estiman no soportan el desaprecio y, mucho menos, si éste es público, generalizado y notorio.
Sí, Casablanca fue una obra maestra, pero su historia es pura ficción y su rodaje no se llevó a cabo en Marruecos, sino en estudios de Hollywood. La ejecutoria de Pedro Sánchez, llena de mentiras, de deserciones, de la palabra incumplida y compañeros en la estacada, no tiene excusas ni justificación posible, porque no es una obra maestra, es chapucera y desleal y no es una película.
Es difícil predecir el futuro, pero si nada cambia, sólo variará el número de detractores, que irá en aumento. Hacer ostentación de desagrado por Madrid, por los agricultores y el campo, legislar contra los autónomos... O sacudirse la sanidad con la coartada de la cogobernanza. No digamos disponer del Sáhara, como un autarca, en carta de desconocida inspiración, redacción defectuosa y dicen que remota. Tampoco postrar de hinojos a España ante secesionistas y herederos de ETA, creyéndose a salvo de la personal humillación -iluso-, o transigir a su conveniencia allende nuestras fronteras en nombre de todos. Estas trazas son afrentas y sólo le traerán el más efímero éxito y todas las lágrimas de un mañana que llega, siempre llega.
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