La fijación mineralizada por pasar a la historia del sr. Sánchez prospera de forma indefectible, guste o no. A veces, sólo por ocupar un espacio temporal, hay nombres y apellidos que lo firman, por muy estéril que sea su paso. Pero, si se da el ... caso en el que las circunstancias y sucedidos son especiales, aunque sea por lo negativo de su ejercicio, los anales lo reflejarán hasta con detalle. Más allá de las críticas por asuntos precedentes, el rabioso presente es proverbialmente generador de un mayoritario malestar, rechazo y profunda división. Así, la llamada a una supuesta justificación para explicar la repudiada ley de amnistía «en aras de la convivencia» provoca un rictus combinado de amargura y sardónica sonrisa.
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Durante la investidura concurrieron muchos hechos, entre los más chuscos el ataque de carcajadas autoprovocadas por Sánchez mientras escuchaba de sí mismo su propio monólogo. Aquellas risas sonoras, que reflejaban importantes epígrafes de su auténtica personalidad y de su genuino orden de valores, han sido y son únicos en la historia. No se recuerda -nunca ocurrió- ningún caso de un Diputado Nacional, candidato o no, que haya protagonizado nada parecido: sus 'solemnes' e irrefrenables risotadas, en el uso de la palabra, en lo alto de la tribuna, en la sede de las Cortes Generales... El día de su elección. Algunos cronistas han titulado la impostura; algo más para la posteridad.
Tampoco edificantes, aunque no extravagantes, fueron las intervenciones y el tono de los portavoces catalanistas de mayor enjundia, dado lo que hay, Miriam Nogueras y Gabriel Rufián. Ambos, que representan distintos partidos, que compiten entre sí y son derecha e izquierda de un solo cartel, afilaron sus palabras con tono y contenido amenazantes. Era el día de su poder, la jornada en la que ejercían su papel de raptores de la voluntad mayoritaria de la soberanía nacional. Ufanos los dos, con tono serio y altivo -cada uno con su estilo, más grave, cargante y agria, la Diputada Nogueras y algo más relente y apacible Rufián- hicieron de la advertencia destemplada el centro de su intervención. Cabe decir que hasta ahí podían, que incluso la Nogueras con sus avisos provocó una reunión y llamadas de urgencia entre dignatarios socialistas y de Junts para calmar ánimos. Es más, tanto a la portavoz de Puigdemont como al de Junqueras, Pedro Sánchez contestó con un transformado arranque de humildad y hasta sumisión, comprometiendo expresamente su fidelidad literal a los pactos firmados. Sin embargo, la ostentación de fuerza de los estratégicos e imprescindibles socios de investidura tenía inmediata caducidad, aunque sus actores lo ignoraran. Les fue fácil ser 'importantes', sin ellos no habría presidente, pero no repararon en que Sánchez los necesitaba para ser elegido y poco más. Una vez producido el adefesio, el vigor transformador de las fuerzas minoritarias diletantes ha desaparecido, le han hecho presidente, pero no lo pueden tumbar. Piénsenlo, Junts y ERC, a poco que pase, no volverán a pintar nada durante los dos próximos años. El hombre que todo lo fía a permanecer en Moncloa vuelve a tener 'licencia para todo', aunque todo tiempo es corto y nadie es más grande de lo que merece.
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