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RINCONES OSCUROS

MANUEL MARLASCA

Jueves, 12 de septiembre 2019, 07:56

James Ellroy tituló su libro de memorias 'Mis rincones oscuros'. Es un fascinante recorrido por la vida del autor y, sobre todo, por la de su madre, violada y asesinada cuando el novelista tenía diez años. La investigación que Ellroy emprendió junto a un detective para arrojar luz sobre el crimen de su madre, que nunca fue resuelto, dejó al descubierto muchas zonas de sombra de la biografía de la mujer asesinada. Cualquier investigación acaba convirtiéndose en un gigantesco foco bajo el que no pueden quedar rincones oscuros. La 'Operación Nemo' no fue una excepción. Para encontrar a Gabriel Cruz, la Guardia Civil escudriñó las zonas de sombra de todos los componentes de la familia, incluida, por supuesto, Ana Julia Quezada, que en la sesión de ayer negaba con la cabeza mientras el capitán, el teniente y el sargento de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de Almería desgranaban todos los pasos de sus pesquisas.

El jurado escuchó a los agentes describir a Ángel como un muñeco en manos de Ana Julia. Desde que Gabriel desapareció, era ella quien se ponía al teléfono, dirigía sus pasos y hasta se encargaba de su medicación. Fue ella también quien pretendió orientar el foco de la investigación hacia su expareja, Sergio, poniendo continuos señuelos que culminaron con el episodio de la camiseta hallada en las inmediaciones de su casa. Escuchó también a un capitán de la Guardia Civil de Burgos hablar de Ana Julia como una suerte de mantis religiosa, dedicada a sacar hasta el último euro de sus parejas antes de abandonarlas.

«El factor tiempo en esa barriada es algo que tampoco hay que tener muy en cuenta», dijo el teniente refiriéndose a Las Hortichuelas, para justificar así las contradicciones en las que incurrió Carmen, la abuela de Gabriel, una testigo que pronto descartaron por su poca fiabilidad. Los investigadores supieron pronto que Patricia, la madre de Gabriel, iba a ser su principal aliada. El jurado ayer se volvió a casa con una imagen descrita por el sargento: Patricia tumbada, llorando y pataleando, presa de un ataque de nervios, y el agente, sentado en el suelo, diciéndole «venga, tenemos que empezar a trabajar». Era el primer día de la 'Operación Nemo'.

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