Un retrato inquietante de Francia

Los primeros tienen el viento a favor, porque hemos entrado en una nueva era geopolítica, en la que las divisiones y la competencia entre grandes potencias devalúan la idea de la prosperidad compartida que vertebró el multilateralismo. El fuerte descontento social de las periferias -los llamados 'galos refractarios'- crece y la delincuencia se ha disparado. Las manifestaciones contra las reformas de Emmanuel Macron serían el principio de una nueva revolución francesa. La distinción izquierda-derecha ha dejado de tener la importancia que todavía le damos en España.

Gil traza con maestría los rasgos que componen los liderazgos del actual presidente y los dos pretendientes de los extremos al trono republicano, Marine Le Pen y Jean-Luc Melenchon. Macron es descrito como un bonapartista ambicioso y disruptivo, que destaca por su brillantez y resistencia, así como por su necesidad casi narcisista de ser querido por los electores. En su entorno pesa mucho Brigitte, mentora y profesora de por vida, con capacidad permanente de corregir a su mejor alumno.

Le Pen es presentada como una política ya aceptada dentro del sistema. Pese a sus derrotas en las urnas, cada vez está más cerca de la presidencia, aunque hay dudas sobre si tiene altura para ejercer este cargo. Ha conseguido que su partido ya no sea un movimiento minoritario anti-elites. Sus votantes se sienten unidos por el pesimismo sobre el Estado y la economía. Jean-Luc Mélenchon aparece en el libro como el gran profeta de una nueva izquierda, que ha roto con la social-democracia. Un orador fuera de serie, capaz de unir el voto de burgueses bohemios, miembros de minorías, ecologistas, musulmanes y comunistas, atraídos por un discurso de valores culturales progresistas.

Un experimentado político con una radicalidad seductora, que escucha a todos y admite que la clase obrera prefiere a Le Pen. Tanto Mélenchon como Le Pen son anti-europeos y no aceptan reglas básicas de la UE. Su eventual paso por el poder podría suavizar la inquina hacia Bruselas. Pero la gran pregunta que se hacen la mitad franceses es cómo encontrar a tiempo un sucesor de Macron que vuelva a obrar el milagro.