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Tras una Semana Santa difícil por segundo año consecutivo, sin procesiones en las calles, sin visitantes ni aglomeraciones humanas de ningún tipo, hoy se celebra la Resurrección de Cristo, su victoria sobre la muerte. El gran símbolo humano del resurgimiento, de volver a ser, de ... recuperar la vida, el mundo perdido. De nuevo la expresión de alegría por haber vencido a la muerte ha de quedar en sólo un acto íntimo y personal, pues salir a manifestarlo en las calles está prohibido y la procesión -esta vez como nunca- irá por dentro. La ruptura temporal de la plasmación material de nuestras tradiciones encuentra poco consuelo porque, mientras, el tiempo pasa. Arrebatarnos actos y movimientos es para unos sólo una excepción, pero para otros, que acaban, es la más triste despedida, pues sus últimos momentos son los del encierro y el aislamiento. Tomar la decisión que más conviene no es fácil, ni su acierto es realmente claro. Cada cual va a sufrir las consecuencias de lo no vivido, unos perdiéndose episodios que nunca volverán y otros despidiéndose para siempre sin vivir en su final la plenitud deseada y merecida.
Las preguntas se acumulan y sólo encontrarán respuesta cuando lo permita la observación con la necesaria perspectiva del tiempo. Desde aquellos que plantean ¿son vacunas las vacunas? O las dudas acerca de la obligatoriedad del uso generalizado y radical de las mascarillas, las limitaciones graves de la movilidad, la imposibilidad de realizar determinadas actividades hasta aquí habituales, la vigilancia policial permanente en evitación de que la gente pueda acariciar comportarse como hasta aquí fuera normal hacerlo... Relajarse y aceptar lo que sea sin analizar cada momento y cada decisión con el necesario espíritu crítico no es una opción. Tampoco negar lo que desconocemos y basar cada suceso en conspiranoicas teorías es el mejor camino para nuestra tranquilidad ni para abordar la enfermedad o el aumento de las muertes. No hay una respuesta unívoca, en esta sección no la tenemos, pero conformarse y creer ciegamente no es inteligente ni humano, ser cooperativos no deberá pasar por una actitud pasiva en la que dejar que otros sean los que, por completo, piensen y decidan.
Entre las consecuencias de estas limitaciones que nos vienen dadas las hay muy negativas, la interacción entre los semejantes prohibida a ratos la echaremos en falta sobre todo para las nuevas generaciones de infantes, también el aumento en todas las edades de las fobias a las multitudes o a los mismísimos espacios abiertos son inconvenientes realmente importantes que costará sacudirse.
El Domingo de Resurrección viene este año cargado de todo su contenido, levantarse, alzarse, renacer, resurgir, dar de nuevo ser o nueva vida. Es el símbolo de la trascendencia, es la victoria y la mayor perspectiva humana, la resurrección es la aspiración inconfesa de los ateos y es razón de ser en el Cristianismo, pero también de la tradición Judía y del Islam. La tradición, la religión y el mito. Como dijo Tolkien: «Nuestros mitos pueden equivocarse... Sin embargo, conducen de forma trémula hacia el puerto de la verdad».
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