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Recuperaremos este Lunes Santo

INTRUSO DEL NORTE ·

No hay liberación sin Gólgota, pero nos estamos volviendo buenos ladrones y mejores Arimateas

Lunes, 6 de abril 2020, 07:53

La trascedencia puede esperar. Lo sublime puede esperar. Si algo hemos aprendido es que una televisión puede ser un balcón; un balcón, una tele; una radio, un amigo, y de ahí a que nos levanten este castigo bíblico. Mi Cautivo no saldrá hoy, pero sus milagros siguen intactos en esta cuenta atrás hacia el día de la liberación.

Su túnica blanca, de alguna manera, volverá a darnos ese aliento abrileño de otras noches memorables cuando Mármoles arriba, en lontananza, iba haciendo fieles como el que camina sobre las aguas y las gentes.

Los milagros y las creencias, la poética de la gubia... todo eso puede aguardar que pase la peste. Es verdad que ahora necesitamos de la calle, de Dios como uno de los más nuestros, pero ni un Gobierno infame ni un brote vírico pararon jamás la eternidad. Conviene hoy mismo pensar en incienso, enfrentarse al televisor como si fuera un Lunes Santo sin censura en las calles de la infancia: vino dulce, el niño peinado a rayas y poner en el Youtube lo que sería el itinerario oficial. No es un Lunes Santo empapado por la lluvia, sino una penitencia para hacernos más hombres.

En el fondo, este Lunes Santo de clausura, estas semanas de clausura, estos meses de clausura nos pueden servir para ponernos a bien con Dios o con Netflix, o con ambas entidades. Esta Semana de Pasión cercenada volverá, en la manera que sea, con toda esa temperatura de milagro que tienen las procesiones magnas. Desde el sótano, con un abriguillo que más bien parece túnica raída de ruán y de mocos lacrimales, yo voy entrando en ese sueño químico y solemne de Cristo hecho Málaga por la cortesía de quienes grabaron los días más grandes, los subieron y ahora son virales.

Que sea Lunes Santo y ecuador del confinamiento es una señal de algo, de algo mejor, de que ya hemos cruzado el cabo de las tormentas y no puede haber más purgatorio ni más infierno. Hay un penacho blanco en La Maroma que se ve desde las casas de Huelin, desde las terrazas de La Palmilla, desde la vertical de La Nogalera... ese blanco está ahí desmintiendo la primavera -o consagrándola-.

Asumamos que este Lunes Santo es una prueba de heroísmo, de resistencia, de ciudad que venció a las circunstancias que quisieron confinar su carácter... y que no pudieron.

Al cabo hay que pensar en otros Lunes Santos. Alguno en que mi niña, por la Trinidad, me tapaba los ojos y yo la reconocí por un perfume inasequible al azahar. La mente y la memoria cofrade deben ser hoy nuestros mejores aliados, y sé que ese patrimonio nadie podrá arrebatarlo.

No hay liberación sin Gólgota, pero nos estamos volviendo buenos ladrones y mejores Arimateas.

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