La sequía es un síntoma y una causa, Valdecaballeros iba a caer, pero la alarma acerca de la falta de lluvias ha desatado la rebelión. Lo progre suele ser una combinación entre una inopinada reivindicación y una decisión drástica, sinuosa de fondo y equívoca en ... la forma. En política, como en la vida, lo malo es perseguir erróneamente una lombriz de plástico, pues al morderla verás que no hay premio y, al unísono, que se trata de una trampa contra tu libertad. Hay un error de planteamiento cuando un gobierno decide emprender medidas para mejorar condiciones, circunstancias e iniciativas, y es que no hay que cambiar el pasado necesariamente, ni revisarlo, y menos reescribirlo, se trata de afrontar el presente y tomar las mejores decisiones, sin ira, sin obsesiones y con acierto y seguridad. No ir contra nadie, sino a favor del bien común, de lo necesario y contrastado, aunque adolezca de propaganda, pues es mejor el prestigio.

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Ante la fecha crucial del 28-M, se podrán calibrar muchas cosas, actitudes, proyectos y programas; se votará en función de los candidatos, las necesidades, las posturas, la ideología y los partidos. Todo cuenta, también la buena fama, el respeto y la reputación. Quizá las leyes recientes –rubricadas por Sánchez–, unas modificadas, otras muy discutidas o con aviso de legalidad, ausentes de la homologación de la que se llegó a presumir, etc. no sean el mejor bagaje para triunfar. Quizá incumplir promesas o compromisos, despreciar toda moderación o centralidad y arremeter en tromba contra según quien, tampoco suscita apegos ni respeto. Quizá, sólo quizá, resolver casi siempre por causa ajena a la cuestión de la que se trata, sea una grosería de la que todos acaban por darse cuenta.

Demoler presas y destruir embalses es ir contra todos y en favor de lemas erróneos y tan absurdos como acientíficos, una indigestión tan verde como ignorante y, eso sí, atiborrada de tofu. Sin Plan Hidrológico Nacional, sin desaladoras y sin agua embalsada, sólo espera la inanición o que llueva. (No se puede seguir al capitán, si no sabe a dónde va.) Respaldar gravosas ofrendas que rayan en la superstición tiene un principio y un final, queremos agua para todos, no recibir extraños y entrometidos mensajes de cómo enjabonarnos en la ducha. Beber agua y regar los campos es una aspiración elemental –aunque alguno tampoco lo entienda–, preferir derruir infraestructuras tradicionales de acopios acuosos es incalificable, ser «los más listos de la clase» contra la mayoría y la razón. El plan para demoler las obras de ingeniería de siempre para servirnos recursos hídricos es la historia de una inmensa y agresiva barbaridad que, en épocas de precipitaciones, mal que bien, nos lo podían haber colado, ahora no. Somos olvidadizos, pero no tan torpes ni tan mansos.

Estas elecciones son la cita para expulsar a quienes se niegan a servir. El abandono de los liderazgos retroalimentados porque sí, el rechazo de las mentiras y los impulsos dañinos y la respuesta ante la falta de favorables iniciativas para lo necesario. El 28-M se nos promete apasionante por muchas razones, entre ellas que también será «el día del agua».

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