La tribuna

Los ratones del Parque también son malaguistas

Pronto abandonaremos lo de 'Málaga, ciudad libre de impuestos turísticos'

José Ramón Sánchez

PROFESOR DEL DPTO. DE FINANZAS Y CONTABILIDAD DE LA UMA

Lunes, 20 de enero 2025, 01:00

Por desgracia, el despertador no falla. Corro por la ciudad muy temprano. Allí están ellos: los ratones. Y es que cuando paso por los jardines ... del Parque generalmente se me cruza uno, aunque no siempre. Cuando me los encuentro, ya no pego ningún repullo. Los estoy esperando. He descubierto algo interesante sobre ellos. Un amante del fútbol, cuando visita cualquier ciudad, compra siempre la camiseta del equipo local (señal de respeto). Me las suelo poner cuando corro. Pues bien cuando llevo la camiseta del Arsenal o la del Nápoles nunca me los encuentro, sin embargo, cuando llevo la del Málaga casi siempre se me cruza uno. Están fritos por ver ese escudo, es normal. He anotado estos encuentros, construido la serie y realizado los test oportunos. Se confirma estadísticamente: los ratones del Parque también son malaguistas.

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¿Por qué el proceso de reconsiderar las cosas parece un signo de debilidad o inseguridad? Málaga está inmersa en este proceso. Decisiones como la de paralizar la concesión de licencias para viviendas turísticas (VT) o la intención de introducir un impuesto turístico son la prueba de ello. Y aunque estas medidas sugieran cierta distorsión en la senda estratégica de la ciudad, verdaderamente, no lo son. En 'Piénsalo otra vez' (Deusto, 2022), Grant nos explica que cuando finalizas un examen tipo test, siempre sufres en los últimos minutos el proceso de reconsiderar tus respuestas. El centro preparador Kaplan afirma que aquellos estudiantes que cambian sus respuestas eligen la opción errónea. Pues bien, el método científico muestra lo contrario. En 'Teaching of Psychology II' (1984) un equipo de psicólogos demostraron, tras un análisis exhaustivo, que la mayoría de estos cambios corrigieron errores. Así que la reconsideración aporta la mejor respuesta. Así las cosas, parece adecuado reflexionar sobre el fortísimo incremento de VT y su evidente impacto en la escasez de oferta residencial o de alquiler de larga duración. Los excesos abruptos siempre producen desequilibrios (Carl Jung lo denominó enantiodromía). Así que, establecer un nuevo control en determinadas zonas y conseguir ese equilibrio resulta razonable, ideologías económicas aparte. De nuevo, se cumple la profecía de Keynes: «los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, suelen ser esclavos de algún economista difunto». Además, en la búsqueda de ese equilibrio tampoco ayuda la gravísima inseguridad jurídica que el impago causa en el arrendador. Con todo, el problema de la vivienda no se soluciona simplemente frenando el número de VT. Son necesarias nuevas y ambiciosas medidas de oferta.

Aun así, ¿se ha ejecutado correctamente la medida adoptada? Cancelar estas licencias con carácter retroactivo ocasiona una fuerte externalidad negativa. Convencer al inversor para que localice sus ahorros en nuestra ciudad y, tras mostrarle el camino, arrebatarle su retorno es controvertido. La reconsideración puede dar lugar a nuevas reglas, como la limitación de licencias. El inversor debe aceptarlas y modular su comportamiento. Pero tomar esta decisión con carácter retroactivo, una vez realizadas las inversiones empresariales o adoptadas las decisiones familiares es, cuando menos, cuestionable. Los cambios con carácter prospectivo reducirían sensiblemente la externalidad negativa.

Por otro lado, el consistorio ha planteado un nuevo tributo para el turista (prioridad en VT). ¿Necesita la administración gravar a los clientes de nuestro brillante sector turístico? Probablemente no, aunque no es menos cierto que la presencia de gravámenes similares en otras zonas geográficas nos causa un desagravio injusto. Pronto abandonaremos esta ventaja competitiva: «Málaga, ciudad libre de impuestos turísticos». Bonito eslogan. Sorprende la finalidad del tributo que, hasta donde conocemos, podría financiar a familias/jóvenes (damnificados por el boom de VT) en esa búsqueda de un alquiler digno. Pero, más allá de la bondad de la medida, de poco vale incentivar la demanda sin tener el producto. Como decíamos, se requieren todos los esfuerzos en ambiciosas políticas de oferta. Además, debemos fomentar el inconformismo de nuestros jóvenes. Destinemos el dinero (todo) a fabricar el producto, que ellos con su trabajo y esfuerzo harán el resto. No les subsidiemos: no somos sus jefes.

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Cuando Bernini comandaba el arte en la ciudad eterna, tenía a sus órdenes a un tal Francesco Borromini. La historia cuenta que Borromini, detalles empresariales aparte, se hartó de Bernini. Francesco emprendió su camino en solitario, pese a las dificultades del momento. Sin duda, Borromini podría haber continuado bajo el paraguas de Bernini, cumpliendo en todo momento sus directrices a cambio de un modesto pecunio. Pero, un día ese conformismo se acabó. Afortunadamente para la historia, en ese camino en solitario, Borromini propuso nuevos hitos arquitectónicos, arriesgando en las formas. Dicen que la excusa de ese camino en solitario fue el dinero (y cuándo no). Lo cierto es que aquel inconformismo dio paso a un nuevo estilo artístico: el Barroco. Todo ello, para suerte de la humanidad.

Así que no me den limosnas: Yo quiero ser Borromini. Por último, también se debe reconsiderar el programa de desratización: Los ratones del Parque ni tocarlos (ya saben por qué). + Responsabilidad = + Economía.

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