Javier Becerra Seco
LICENCIADO EN HISTORIA. EXDIRECTOR DE CULTURA DE LA DIPUTACIÓN DE MÁLAGA
Jueves, 27 de febrero 2025, 01:00
En este año 2025 hará un cuarto de siglo desde que Rafael Pérez Estrada, 'el mago', como lo llamó Antonio Soler, nos dejó. Sin embargo, ... su presencia sigue presente en el corazón de la vida intelectual de Málaga. Gran parte de esto es gracias a la Fundación que lleva su nombre, donde el Ayuntamiento de la ciudad también colabora trabajando para mantener viva su herencia artística y literaria.
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Aunque su ausencia ha dejado un vacío difícil de llenar, su obra perdura en un legado que abarca el teatro, la poesía, la novela y, por supuesto, los aforismos, tan presentes en el conjunto de su obra literaria, sin olvidar su faceta como pintor, especialmente su habilidad para el dibujo, que añadió otra dimensión a su trayectoria.
Pero, sin duda, la literatura fue su gran pasión. Los que tuvimos la suerte de compartir momentos con él, probablemente en una de sus mejores etapas, comprobamos su energía creativa, que parecía no tener fin. Recuerdo cómo, en medio de una conversación, trazaba dibujos espontáneos que luego regalaba a sus amigos, siempre con una dedicatoria personal y esa firma inconfundible. Yo guardo algunos de esos dibujos, no solo como recuerdos entrañables, sino como muestra de su generosidad y calidez humana.
Su obra literaria, ampliamente reconocida y admirada, representa, en mi opinión, su mayor aportación al ámbito de la cultura. Personalmente, tuve la oportunidad de acercarme a su universo creativo gracias a un trabajo sobre su estilo literario que mi pareja realizó en la Universidad y recuerdo cómo nos impresionó la profundidad y originalidad de su talento. Su imaginación desbordante volaba sin límites, por lo que no es de extrañar que el poeta Pablo García Baena lo describiera como «un ser en el confín de lo maravilloso».
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La relación que mantuve con Rafael siempre estuvo muy ligada a mi trabajo en la Diputación, y fue allí donde tuve la oportunidad de conocer a un hombre brillante, divertido e imposible de olvidar. Compartimos momentos inolvidables trabajando en proyectos culturales que aún hoy siguen vivos en la ciudad, así como frecuentes conversaciones sobre arte y literatura. Nunca olvidaré una charla sobre su proceso creativo, en la que, con ese humor tan suyo, me habló de cuanto disfrutaba jugando con el lenguaje y de la alegría que le daba encontrar la expresión perfecta. Era toda una declaración de su búsqueda incansable de la precisión en el arte de escribir.
Rafael no solo fue un apasionado de las letras, sino también un hombre de una cultura vasta y profunda. Para él, la cultura, además de un legado del pasado, era también un impulso dinámico para el crecimiento personal y colectivo. Su imaginación, capaz de transformar lo cotidiano en algo sublime, lo convirtió en una figura indispensable en el mundo literario y artístico de Málaga.
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Durante las décadas de los 80 y 90, tuvo un papel fundamental en el consejo asesor del Área de Cultura de la Diputación. Su influencia fue determinante en la creación del Centro Cultural de la Generación del 27, un proyecto que vino a llenar un hueco importante en una ciudad que, a diferencia de otras, no tenía un gran patrimonio histórico-artístico. Lo que sí tenía era una herencia patrimonial única, vinculada a figuras como Picasso y los poetas del 27. En aquel momento, la Diputación, con la presencia y el impulso de Pérez Estrada, se orientó a recuperar esa tradición literaria, con la revista Litoral como estandarte, mientras el Ayuntamiento adquiría la casa natal de Picasso, reforzando el vínculo de la ciudad con el artista más universal del siglo XX.
Todo esto, junto a otros eventos culturales de la época, marcó, desde mi perspectiva, el comienzo de la transformación cultural de Málaga. No olvidemos que, antes de las primeras elecciones democráticas de 1979, la vida cultural de la ciudad era bastante limitada, con una infraestructura cultural casi inexistente y una programación que, salvo excepciones, se centraba en fiestas y tradiciones locales, dejando poco espacio para propuestas más innovadoras. En medio de ese contexto de cambio social y político, con una sociedad que pedía cambios y una clase política receptiva, destacó la figura artística y humana de Rafael Pérez Estrada. No cabe duda de que su contribución fue esencial para sentar las bases de la Málaga cultural que conocemos hoy.
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Por eso, ahora que se cumplen 25 años de su partida, es importante recordar todo lo que aportó a la literatura y las artes. También es justo felicitar a la Fundación que lleva su nombre y, en especial, a su presidente honorario, el Dr. Esteban Pérez Estrada, así como a su consejo asesor, que han hecho un gran trabajo para mantener viva su producción artística y literaria. Su obra ha traspasado fronteras. Hoy sus creaciones literarias forman parte de la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Hijo predilecto de su ciudad natal y de la provincia de Málaga, su legado lo consagra como una de las grandes figuras de la cultura malagueña. Su magia sigue aquí, inspirándonos y recordándonos que la creatividad y la cultura son parte fundamental de nuestra identidad.
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