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El pasado 22 de agosto el Rey designó como candidato a Alberto Núñez Feijóo, ganador de las elecciones y respaldado por 172 escaños. Felipe VI despachó con los líderes de los grupos parlamentarios y, finalmente, Sánchez no pudo -sólo con 159, promesas de «articulación de ... mayorías» y meros deseos- alterar la realidad. Así pues, el presidente del PP ha emprendido una compleja agenda de reuniones y consultas con los grupos parlamentarios para dar satisfacción a su elección como presidente del Gobierno.
En estas circunstancias, el presidente en Funciones tuerce hoy el gesto de forma indisimulada, porque no lleva bien los protagonismos ajenos. Es lo que tiene no contar, de momento, con los pactos de su acariciada, dada por segura y celebrada continuidad. Por eso, su conocido círculo de confianza apresura el paso en la desahogada creencia de que dará con la vía que satisfaga la inconstitucional amnistía y hasta el referéndum de independencia. Dos grandes socavones políticos de envergadura imposible hasta para Pedro Sánchez, hombre de ideología versátil y, a veces, dispersa. La «pecata minuta» de ceder irregular e ilegalmente diputados a Junts y ERC está casi hecha, más duro será el resto. Ambas cuestiones tienen demasiados inconvenientes, la Constitución prohíbe los indultos generales y la amnistía encaja aún mucho menos. Dar por hecho que el Tribunal Constitucional, presidido por Conde Pumpido y con una supuesta mayoría favorable a lo que Sánchez representa, será receptivo a lo que quiera que sea, es tan anómalo como moderadamente dudoso. Muchos juristas habrán de tener concurso en el borrador de una criatura legislativa que va a hacer historia y que puede resultar ser una auténtica aberración jurídica y técnica. Un paso lleno de obstáculos y trampas que puede engañosamente resolver el pronto, pero que -a medio plazo- traería cola y efectos desconocidos e indeseados, hasta la nulidad. De otro lado, la Constitución sólo contempla el referéndum con carácter universal, o sea nacional. Los futuristas apuntan algún tipo de consulta de efectos no vinculantes, pero ni así sería legal, ya que «sólo caben referendos en aquellos supuestos expresamente previstos, sin que en ningún caso puedan asumirse competencias implícitas» (STC 103/2008). Cabe suponer que los peticionarios acabarán por rebajar sus pretensiones o dejarán la letra efectiva que se acuerde en alguna cláusula secreta. También podrán darse algunos pasajes de los pactos «a postdata», o sea, a cumplir pasado el tiempo, e ignotos. Todo un proceso tan oscuro que las dudas y la sospecha inevitablemente reinarán en la conformación definitiva de la opinión pública. Demasiado riesgo -propio y colectivo- para coronar una elección presidencial y a cualquier precio.
Pero, ¿saben qué?... Sánchez no tiene la palabra, Núñez Feijóo es el Candidato. No se aceleren. Los días 26 y 27 de septiembre ha sido convocado el Pleno de Investidura. La prensa, los dimes y diretes, Bolaños, algunas teles y ciertos foros partidarios, casi molestos por no conocer el futuro, intentan escribirlo por adelantado, pero sólo pueden apostar. Todos tenemos que esperar y, para aquellos que pretenden saber, es aconsejable que piensen en las múltiples variables que hay. Lo que ha de pasar pasará, o no. Quizá nunca ocurra.
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