Quedan días de verano
INTRUSO DEL NORTE ·
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INTRUSO DEL NORTE ·
Mi amigo Carlitos me pone fotos del Quitapenas de Torremolinos. Y lloroOlimpismo. Voy viendo lo de los Juegos Olímpicos de Tokio y me acuerdo del niño que fui yo, hace muchos años, en el 92. Es ... un recuerdo feliz aquel de Barcelona, y lo tengo asociado a una ciudad y una Cataluña que fue posible gracias a todos los españoles. La mascota de Mariscal, las lágrimas de emoción de la Infanta y un país que empezó a tomarse en serio a sí mismo y a ver que era posible ser una potencia. Me acuerdo de que aprendí las reglas del waterpolo y hasta la medalla de oro en fútbol me supo como un consuelo hasta que llegara el gol de Iniesta. Con tan poco me conformaba...
Virus. Leo cómo el virus, virulento (sic), se está comportando en nuestras latitudes. Y da miedo mucho. Algún sociólogo y tres virólogos dicen en la televisión que ya nada volverá a ser como antes, y entonces me entra una nostalgia de lo no vivido. De no haber besado tanto cuando pude, de no haber aprovechado más otras noches en el Pimpi Florida. Todo es susceptible de empeorar, y es algo que nos ha enseñado la pandemia. Por eso mismo, el profano en virología que es uno hace lo que puede: va al kiosco, coge trenes, habla con mineros e intenta sonreír a pesar de las portadas. Quizá eso sea la resiliencia y no las tonterías de Sánchez en los Estados Unidos de América.
Las guerras de África. Leo las hazañas del Padre Revilla, un cura que anduvo en los secarrales del Rift dando confesión a los pobres soldados. Es un franciscano que fue aviador, que contribuyó a enterrar los cadáveres del Monte Arruit y que, siendo capellán de la Legión, acabaría siendo fusilado por los franquistas. Ni Carmen Calvo ni Bolaños saben quién fue, y está bien, porque resume en sí el desastre persistente del ruedo ibérico del que alertaba, como podía, Gerald Brenan desde su casa de Churriana. En la senda del Padre Revilla me puso Carlos Sánchez Tárrago, autor de su biografía y un gran africanista, ahora que tanto parece preocuparnos lo de Annual.
Marbella. El atropello abrió los programas. El cronista de lunes que es uno sintió ese miedo tardío que pudieron sufrir los marbelleros. El mal, y eso que estamos en plena guerra mundial por lo del bicho, no frena. Y duele. Acaso porque después del secuestro civil, el mal sigue existiendo y contra eso hay poco que hacer. No sirve ni siquiera aquel consejo de Joaquín Costa: despensa y aulas. Nada.
El mar. Ocho meses llevo sin ver el mar. Ocho meses sin ver a los míos. Llevo media vacuna de las de la viagra y sueño/duermo cada vez peor. Acaso un AVE al sur que siempre se me escapa. Mi amigo Carlitos me pone fotos del Quitapenas de Torremolinos, el que hay en las escaleras que bajan de la calle San Miguel a La Carihuela.
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