El Pulga o la memoria histórica

El vídeo me llegó por esas casuales 'serendípicas' del YouTube y, ya digo, me dio dos vueltas al corazón. Acaso porque las noches del Dúo Sacapuntas eran la España más canallita que hubo en esa Málaga que olía a carbonilla de la Renfe y a facultad de Magisterio porque había que hacer algo.

Parece que fue ayer, pero son 18 años, una mayoría de edad, lo que hace ya de la muerte de Juan Rosa: la que dejó la ciudad tan helada como cuando se nos fue Chiquito.

Los humoristas llevamos la tragedia dentro, pero somos fuertes y aguantamos todo; todo menos el olvido como ya nos dijo nuestro santo tutelar, Fernando Fernán Gómez en esa maravilla que es 'El viaje a ninguna parte'. La risa está maltratada en este país de simones y de ñoños 'aplaudebalcones', que lo que hace falta es subir a un escenario y travestirse en mujer, en viuda, en alumno cazurro o en todo ese amplio registro que viera Chicho Ibáñez Serrador -maestro de la cosa-. Ay el humor tan bueno que quedó después, instantes después, de que Franco descansara lo que descansó en Cuelgamuros.

De modo que cuando hablan de memoria histórica, de cambiar las calles, hay que tener en cuenta a quienes nos hicieron un poquito menos dramático esto de transitar con la menor pena posible por este Valle de Lágrimas.

Manolo Sarria pide un placita, por pequeña y recoleta que sea, para su hermano de las tablas. Desde aquí exigimos a las autoridades pertinentes y a las impertinentes que Málaga, aparte de la ciudad de los museos, de los yates, del confinamiento moreno y así... que Málaga sea también capital de los humoristas, y que se recuerde al turista que baja del crucero que sí, que somos una Europa que no se toma en serio -o quizá demasiado- a sí misma.

Tardan ya las instituciones en apoyar a humoristas, a escritores, a toreros y autores y a todos los heterodoxos a los que se nos ha venido todo un milenio de miasmas y desesperación.

Cuando Málaga le dé al Pulga una calle, con homenaje sin confinamiento, habrá cerrado una de tantas cicatrices que la urbe del Paraíso aún mantiene abierta. En todo eso no hay excusa que valga: aquí es donde una ciudad que se precie hace memoria de sí misma.Que yo sepa, más hizo por Málaga el humor que Camus, Pereda o ese truño infumable que es Echegaray, cuyas calles pueblan el callejero español (sic) de mal teatro y peor persona.