Las puertas del confinamiento

Hay una notable diferencia entre estar confinado y estar confitado. Las dimensiones de la vivienda influyen bastante y también si te parte un erte o todavía algo peor. Me encantaría que al final del pasillo se abriera una puerta que diese a un jardín. Un tercio de las familias malagueñas vive en pisos que no llegan a los 75 metros cuadrados. Claro que también influye el número de metros que corresponde a cada miembro, y el tamaño del perro, que por un lado te permite salir a pasear pero por otro ocupa un espacio precioso. En los cuentos de John Cheever la gente suele vivir en viviendas ideales para pasar un confinamiento. En 'El nadador', un personaje une piscinas de diferentes parcelas para regresar a su casa nadando. Frank Perry llevó el cuento al cine con un Burt Lancaster fantástico. También se llama 'El nadador' el cortometraje del director de cine malagueño Pablo Barce, con el que fue finalista en los últimos Goya, precisamente celebrados en Málaga y, también, como el corto, y el largo, pasados por agua. Lo bueno de leer a Cheever, o visionar una película, es que supone abrir una puerta al final del pasillo. La magia de vivir otras vidas a través del cine o la literatura.

También tenemos los telediarios, algunos de los cuales más que puertas al final del pasillo suelen ser ventanucos que dan a un patio interior. La última peleíta es a costa de una renta mínima para familias sin recursos. No me cabe en esta cabeza enorme que alguien pueda estar en contra de que en una situación de extrema emergencia se ayude económicamente a quien está al límite, cuando al otro lado del límite se abre una puerta que da a un precipicio. Tampoco me entra en la cabeza, claro, la forma de anunciarlo, que el ministro del ramo ni flores: ¡se ha enterado por la prensa! Que el Gobierno que pide lealtad aproveche efemérides para abrir hacia adentro: puertas que no dan a un sitio nuevo. Ya se ha dicho por aquí que si no salimos todos de ésta no vale. Hay victorias que no lo son tanto. Putin ha anunciado el aplazamiento de la celebración de la victoria del ejército rojo sobre el ejército nazi en la Segunda Guerra Mundial. Con más de veinte millones de soviéticos muertos en la maldita guerra el concepto de victoria es sin duda matizable. A lo que voy es a la oportunidad, difícil pero posible, de crear un nuevo entramado de salidas. Málaga podría ganar pulso industrial (se están reabriendo algunas viejas factorías para tejer material sanitario; ahí está el respirador que se fabrica en la planta de Fujitsu en Málaga). Ojalá cuando salgamos haya nuevas puertas, aunque lo importante, sin duda, es a dónde den.