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Mudarse al interior es una opción cada día menos descabellada, y más después de lo que hemos vivido. Conozco a emprendedores y a trabajadores de mediana edad y con niños que se irían a un pueblo pequeño con los ojos cerrados; hartos de lo caro, ruidoso e incómodo que es vivir en muchos barrios de la ciudad. Es el proceso inverso al del éxodo rural, y sería la solución a la Málaga vaciada: una repoblación con nuevos habitantes y sus familias, que buscan recuperar las bondades de la vida de sus abuelos pero que siguen necesitando las tecnologías porque sus vidas, como las de casi todos, se basan en ellas.
Y aquí viene el problema. No hacemos más que marear la perdiz (nótese el guiño rústico) con propuestas casi siempre costosas para las arcas públicas con las que tratar de fijar a la escasa población en sus municipios y evitar que los colegios se queden vacíos. Ahí están los absurdos cheques bebé (como si alguien basara su paternidad en una ayuda que no da ni para cubrir el primer mes de vida) y otras muchas ideas peregrinas y anecdóticas. Lo peor es que la solución, o al menos buena parte de ella, está al alcance de la mano. Le pueden preguntar a profesionales de prestigio como Juan Luis Cruz, que es el decano del Colegio de Ingenieros Técnicos de Telecomunicación; o al empresario Pelle Lundborg, de origen sueco pero muy unido a Carratraca. Ambos coinciden: lo que de verdad hace falta es que el acceso a Internet de banda ancha, por la nueva 5G o por fibra, no haga distinciones entre el que vive en el Centro de Málaga y el que está en el municipio más recóndito de la Serranía de Ronda.
No se puede pretender que los pueblos sean atractivos para que alguien viva en ellos sin tener en cuenta que el trabajo, la educación, el comercio, el ocio y muchas otras facetas de la vida diaria tienen un componente telemático que requiere mucho ancho de banda. La triste realidad es que en la mayoría de los núcleos alejados de la capital y la Costa es imposible terminar de enviar un volumen mediano de datos sin haberle dado antes veinte vueltas a la plaza del pueblo. En algunos puntos no se puede casi ni hablar por teléfono con buena cobertura.
Alcaldes y dirigentes de la Diputación, si de verdad quieren luchar contra la despoblación déjense de parches y lleguen a acuerdos con los operadores y los técnicos de telecomunicaciones para cablear y colocar antenas en sus municipios. Hasta entonces seguirán siendo únicamente conjuntos de calles pintorescas para pasar algún fin de semana... cuando queramos huir del móvil.
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