Durante una excursión por Sierra Nevada de la mano de la UICN, un catedrático de Ecología que no era sospechoso de pertenecer a Vox me explicó algo que se me ha quedado grabado. Mientras veíamos unos antiguos acuíferos artificiales, creados por los andalusíes hace siglos, ... el científico me contó que los montes, incluso los más recónditos y de apariencia más primitiva, estaban en realidad muy antropizados, manipulados por el hombre para su aprovechamiento, generación tras generación. Con regadíos para la agricultura; pastos para alimentar al ganado y madera para construir y calentarse. Incluso las especies habían sido plantadas al efecto, como los pinos, de crecimiento más rápido. La conclusión era que no se podía defender ahora una autogestión del medio natural sin un control y un uso racional de los recursos por parte del hombre.
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En contra, el discurso que se ha impuesto en el Gobierno es el del ecologismo radical, acomodado en el salón de su casa y en determinados púlpitos, por el cual el monte no se puede tocar. Cada matojo y cada árbol es sagrado, y las formas tradicionales de ganadería, de agricultura, de caza y de silvicultura son malas de por sí. La conclusión es que, mientras los pueblos del interior se mueren, sin futuro y sin jóvenes, Málaga es la segunda provincia andaluza más afectada por los incendios forestales desde que hay registros (1975).
Es indudable que el vector del calentamiento global está ahí, porque ahora el Infoca tiene que apagar las llamas incluso en invierno. Pero no es casualidad que la vida rural se extinga a la misma velocidad que el fuego calcina el que ha sido durante siglos su medio de vida. El modelo conservacionista que nos tratan de imponer no hace sino aumentar la virulencia y el impacto de los incendios forestales.
A los ganaderos tradicionales se les prohibe que sus animales pasten en los bosques, lo que se llevaría por delante toneladas de hierba fresca que al secarse se convierte en pólvora pura, que en una chispa es capaz de arrasar miles de árboles que ha costado siglos ver crecer. Tampoco se puede talar ningún ejemplar enfermo para obtener madera; ni hacer leña, ni trazar senderos ni cortafuegos para el ganado o para poder cazar jabalíes, que son tan numerosos que ya se pasean por las urbanizaciones de la Costa como Pedro por su casa.
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Con nuestras bonitas teorías de paz y amor hemos sido incapaces de remediar la lacra de los incendios forestales y de poner freno al abandono del medio rural por parte de los jóvenes. Mejor nos irá a todos si dejamos vivir a las gentes del monte; si escuchamos menos a los ecologistas de salón, y más a los sabios del campo...
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