Siempre nos quedará la foto de las gafas de sol en la avioneta a lo Kennedy, ello y lo que nos queda por ver de un aterrador copia y pega de las imágenes iconográficas de Obama o hasta la lectura literal de alguno de sus discursos
JOAQUÍN L. RAMÍREZ
Domingo, 1 de julio 2018, 09:52
La ordenada entropía de la alianza fatal de los acontecimientos ha dado a luz al más increíble e indeseado menú para la inmensa mayoría de los españoles. Más allá de los sobrenombres, como 'moción de máscaras', 'gobierno frankenstein' o 'gobierno bonito', el tiempo de Pedro nos alcanza. La extraña agenda social o el anunciado paquete de medidas ya son un auténtico cáliz de cuyo contenido estamos obligados a beber, al menos, durante los dos próximos años. No sabemos bien a dónde puede llevarnos «un estado social de primera», sino es -con esa coartada- a encarecer nuestra vida de forma más que notable para que este gobierno pueda disponer de muchos más recursos económicos. No es dudoso que con más fondos hay mayor capacidad de maniobra, más disponibilidad de gasto y más posibilidad de despilfarro. Sánchez necesita más dinero, la austeridad gubernamental es historia.
Nuevo impuesto al gas-oil, a la banca, a las sociedades, a los 'ricos', incremento de la cotización de los autónomos, de los tramos de IRPF, de las transacciones mercantiles y un largo etcétera, son lindezas que nos llueven. Más memoria histórica de aquellas profundas heridas que quisimos cerrar, más Valle de los Caídos con exhumación anunciada e incluida y expresa apostasía de los recientes apoyos de estado ante el secesionismo catalán. El absoluto abandono de los consensos para la defensa de la Constitución y la ley también en la lucha contra ETA y la defensa de las víctimas, son moneda de hoy. El santo y seña del Ejecutivo de Pedro Sánchez es hablar de diálogos y acuerdos sin diálogo ni acuerdo alguno, o regeneración y despolitización envolviendo en el sectarismo y la politización más frentista instituciones como RTVE.
Claro que el poder, todo el poder, no puede tenerlo sin más el gobierno de una fuerza a la que sostienen sólo 84 diputados. Y tampoco puede ser fácil cabalgar con tantos aires si no se es primera fuerza política o no se dispone de la presidencia de las Cortes, ni Congreso ni Senado. Aún la estratégica coalición de facto PSOE-Podemos, el alto precio a pagar para poder contar con esa exigua cantidad de apenas 150 diputados puede no ser en absoluto rentable. Eso sí, siempre nos quedarán las impudorosas manos de Sánchez o la foto de las gafas de sol en la avioneta a lo Kennedy, ello y lo que nos queda por ver de un aterrador copia y pega de las imágenes iconográficas de Obama. No lo duden, también vendrán discursos de traducción literal, esperemos que sin errores, no vayan a colarse en ellos las palabras 'framing', 'shallow' o 'cherrypicking'. Es lo que tiene el marketing, y más cuando está desnudo.
Son sólo dos años o aún quedan dos largos años que, sin duda, vendrán bien cargados. Aún resuenan en el hemiciclo del Congreso las voces victoriosas de los diputados de Podemos con el 'sí se puede', tras la votación de la Moción de Censura. Ellos se sintieron ganadores, puede que con mucho fundamento. De momento, parecen dispuestos a asaltar RTVE bendecidos por la alta titularidad gubernamental y aduciendo -Iglesias- que vienen a hacer todo lo contrario de lo que siempre han predicado. No tardarán mucho en aparecer nuevos programas en la parrilla perfectamente descriptibles.
En tanto, Ciudadanos anda algo silente, no recuperado aún de las consecuencias de sus propias acciones ni del sobresalto que supuso su incalculada pero crucial participación para investir al presidente Sánchez. También en tanto, el principal partido del Congreso y el Senado, al que más votaron los españoles con diferencia -el Partido Popular-, da sus pasos renovadores para elegir un nuevo presidente, algo que por cierto parece prácticamente despejado como podrá verse en los próximos días y que ya empieza a ser sabido. Muy importante tarea le espera en las labores de oposición, cuya estrategia habrá de elaborar la nueva dirección, representando a una mayoría de españoles frente a los que las artes de la nemotecnia legal -que no de las urnas- han llevado a Moncloa.
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