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La universidad es un lugar para el saber, el debate, la convivencia, y la discrepancia desde el respeto. En la universidad se plantó cara a Franco y a sus esbirros, junto a la clase obrera en los tajos, y eran casi siempre obreros y estudiantes, ... los preferidos por los criminales de la brigada social para sus prácticas en el 'arte' de la tortura. La violencia entraba en las aulas de mano de la policía franquista y de los 'patriotas', que asaltaban en esos tiempos de plomo las facultades, dando porrazos a diestro y siniestro para dar un escarmiento a los 'rojos'. En una dictadura, sin libertades, boicotear un acto de un lacayo del régimen era un deber ético. En una democracia, tratar de impedir una conferencia, sea de la Sra. Olona o de quien sea, no está nunca justificado. La anterior aseveración no implica una postura nueva por mi parte, lo decía hace 10 años con la ocupación y «requisa» de alimentos en algunos supermercados, por el SAT o cuando las víctimas eran diputados y dirigentes del PP con los mal llamados 'escraches', y hace dos años ante el acoso sufrido por el Sr. Iglesias y su familia en la puerta de su domicilio por parte de algunos facciosos. Lo que resulta más preocupante es que la intensidad de la crítica a estas «acciones» dependa de la afinidad o discrepancia con los afectados, olvidando que al amparo de la Constitución, la protesta es legítima, pero nunca cuando impliquen amenazas, coacciones o acoso.

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