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A propósito de nada

INTRUSO DEL NORTE ·

Hemos sido héroes con los peores gestores. Que la Ciencia y que la Historia (perdón por la mayúscula) los juzguen

Lunes, 1 de junio 2020, 07:41

La portada de la primavera en La Concepción y el brillante reportaje de Lillo en estas páginas nos dieron la consagración de la primavera a finales de mayo. Toda una metáfora de que la vida se abre paso. Porque se abrirá, y volverán las multitudes porque los virus, por muy dañinos que sean y por muy cabrones que sean los monos, pasan a la probeta y al ensayo clínico primate.

Que haya aún una esperanza burocrática para la Feria no está bien ni mal, sino que es una consecuencia lógica de que se tiende hacia la esperanza. Los padres fundadores de los Estados Unidos incluyeron esa cláusula, la felicidad, en la Declaración de Independencia -hablo de memoria-, y ése debe ser el principio de todo.

Las recomendaciones sanitarias hay que cumplirlas, seamos evangelistas, neocatecumenales, tirios o troyanos, pero en este periódico vamos contando lo que dicen los expertos independientes y se sabe que cuando se venza al virus, será por la ciencia, por el sacrificio, y la vuelta a la normalidad será a la normalidad de siempre. Esa normalidad de apoyarse en la barra del bar, comer con los dedos, el campero con los churretones compartidos en esas noches de junio que son el amor.

Después de más de 70 días en un sótano, que nadie me dé lecciones de nada. Ni a mí ni a nadie. Yo he sido juventud confinada mientras Iglesias se metía en el CNI y seguía con esa agitada vida de hijo de frapero que no ha perdido ni un grado de cierta violencia cursi y que nos duele como una nevera vacía en el pecho.

Si hemos asumido los tartamudeos y los gorgojos de Illa y de Simón, hemos demostrado que somos héroes.

Por eso veo que en Torrejón han destinado el dinero de las fiestas a test masivos, y pienso que podría alargarse -en tranquila- una Feria con más días, con más barras, con más barrios y más terrazas y sin necesidad de conciertos, que la conversación perdida es la mejor música. Tampoco hace falta colapsar las playas, que una cena en los Montes, un bocadillo en el atardecielo del 'Mirador del Blapo' o en Gibralfaro son también otro verano diferente. Lo mismo que un San Juan en la terraza de casa, con barbacoa eléctrica y esas conversaciones que asordinan la noche mágica.

Será un verano diferente. Como Woody Allen, a propósito de nada, he escrito esta carta contra los cenizos. Se trata de gastar y vivir a 500 kilómetros a la redonda y saber que hemos sido héroes con los peores gestores... Que la Ciencia y que la Historia (perdón por la mayúscula) los juzguen.

Me dijo un maestro del Periodismo que el verano estaba sobrevalorado; modificarlo una mijita tampoco es una tragedia.

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