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En la actual situación de convulsión institucional y creciente alarma social generalizada por las amenazas expresas y el comportamiento del vicepresidente II Iglesias es bueno recordar que pactar con los comunistas de Podemos fue un hecho tan poco deseado por la mayoría que Pedro Sánchez garantizó solemne y machaconamente en campaña electoral que no lo haría -tampoco con Bildu-. Parece que estos hechos entran dentro de la categoría de promesas electorales incumplidas, pero una cosa es omitir una inversión, una obra o una reforma, y otra dar carta blanca a las ideas, planes y acciones de un partido que es y representa al comunismo y es por tanto totalitario por muchas mentiras que le adornen. La democracia occidental en una economía de mercado no es perfecta, ningún sistema lo es y hay que seguir avanzando. Pero ningún sistema alternativo le llega a los tobillos, pues prescinden de la libertad de pensamiento, de la disidencia y de la democracia, anulan al individuo y sustituyen sus capacidades y sus derechos por los del colectivo. Las llamadas democracias populares surgieron a principios del siglo XX y librarse de ellas, de su yugo opresivo y empobrecedor ha sido uno de los grandes retos de la humanidad, como en los siglos previos lo fue abolir las monarquías absolutas y sustituirlas por los gobiernos del pueblo, por la democracia y el voto representaivo. Pero del pueblo, no de un aparato y una nomenclatura que afirma representarlo sin su concurso. La revolución rusa de 1917 acabó a finales de los 80 del pasado siglo y llegó la libertad. Así pasó con la RDA -República Democrática Alemana- y con todos los regímenes opresores de los países del este de Europa. En China, dónde con Mao Tse Tung llegó a haber un uniforme obligatorio para todos los chinos, aun siendo comunista y manteniendo los resortes de poder en manos del partido único, se accedió a un modelo económico capitalista para su desarrollo, progreso y huir de la miseria. Otros ejemplos -aún supervivientes- son Corea del Norte o Cuba y es imposible justificar la pobreza y la miserable genuflexión de sus habitantes así como sus nefastos resultados económicos, sociales y de pura injusticia. Más allá, auténticos inventos como la dictadura venezolana con más de cinco millones y medio de huidos a otros países, por mucho que se mienta o se victimice a sus directores, no son un modelo a imitar en nada. Desgraciadamente en Iberoamérica hay más ejemplos de regímenes comunistas sojuzgadores de la libertad y de sus sometidos nacionales.
Estas son las inspiraciones de los neocomunistas. Dan pánico. Hoy el PSOE cogobierna con representantes de este modelo trasnochado y de fracaso social y humano, es algo inenarrable. Los socialistas españoles -socialdemócratas- han sido siempre anticomunistas, no había confusión posible y su papel ha sido auténticamente crucial para encontrar el complejo y elaboradamente duro camino al estado social y democrático de derecho que los españoles nos dimos. Este Gobierno no representa al PSOE de la libertad, ni al de Felipe González, Guerra, Solana, Fernández Ordóñez, Rubalcaba, Almunia, Rubial, Morán, Jáuregui, Múgica, Chacón, Alborch, Lluch, Asunción, Maravall, Belloch, Boyer, García Vargas, Lerma, Solchaga... No.
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