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Hemos desarrollado esa capacidad para juzgar sin ver ni una sola prueba, de condenar sin saber los hechosSecciones
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La rotonda ·
Hemos desarrollado esa capacidad para juzgar sin ver ni una sola prueba, de condenar sin saber los hechosResulta paradójico que el mismo día en que rememorábamos los veinte años del calvario de Dolores Vázquez en el 'caso Wanninkhof' pasásemos la jornada lapidando a Juan Carlos Quer, el padre de Diana, denunciado por su exmujer por presuntos malos tratos. ... Presuntos, claro. Porque al hombre, al que por cierto el juez dejó en libertad y sin medidas cautelares, ya le habíamos hecho la vista oral en el Twitter, con veredicto exprés incluido. Vaya por delante que no conozco a este fulano y que no sé si realmente hizo lo que consta en esa denuncia. Ni yo ni ninguno de los que, a los pocos segundos de saltar el primer titular en las redes de que había sido detenido, ya exhibía todo el cuerpo probatorio contra el personaje. Pero, en fin, así somos, carroñeros educados en décadas de telebasura que hemos desarrollado en la mala leche ibérica de nuestro ADN esa capacidad para juzgar sin ver ni una sola prueba, de condenar sin saber los hechos, de vilipendiar sin tener ni un solo mimbre del destinatario y su vida.
Y si a esa saña natural del español le agregas la ignorancia que tanto evoluciona con esta cultura de la urgencia del Instagram, el Facebook y todos sus primos cercanos, pues ya tienes el cóctel explosivo para que los juicios paralelos se hayan convertido en el pan nuestro de cada día. Luego, eso sí, le reprochamos a la Justicia oficial, a la de toga y ritmos de burocracia decimonónica, que de vez en cuando yerren el tiro y manden a la sombra a inocentes que ni siquiera llegaron a parecerse a los verdaderos culpables. Como si nosotros, los de fuera de la sala de vistas, fuésemos más dignos. Precisamente quienes no hemos sido capaces de pedirle perdón a Loli Vázquez después de apredearla en radio, televisión y hasta en el rastro, donde por cierto recuerdo a una señora bien entrada en años y en carnes vociferando que esta mujer «ha matado a Rocío. Yo lo sé. Tiene cara de mala». En fin. Nosotros, los mismos que despellejamos a la galería de famosos que desfilaron por la instrucción del 'caso Arny' y que luego dejamos correr como si no hubiese sido nuestro dedo acusador quien socavó la imagen pública de Cadaval o Gurruchaga.
Es nuestro fuerte. La envidia y el prejuicio, sobre todo cuando se trata de aplicar la Justicia Bíblica. Ay, nosotros que, por no leer, no hemos leído ni la Biblia. Y hablar por hablar, sin saber ni conocer del otro. Lo llevamos impreso en nuestra forma de ser y en nuestra conducta hacia los demás, siempre dispuesta a meter el hocico en vidas ajenas, sin ponderar nada y desprovistos del más elemental principio, el de la presunción de inocencia, que sustituimos por nuestra más ácida bilis ignorante al más puro estilo 'Sálvame'. Nos iría mejor con ese puntito de rigor que da el conocimiento y escuchar siempre a todas las partes. Pero, quizá, es pedirnos mucho.
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