Borrar

Por ellos, por nosotros

A CADA UNO LO SUYO ·

Domingo, 29 de marzo 2020, 10:08

Todos sufrimos el coronavirus pero no de la misma manera. Muchas familias han perdido a un ser querido y muchos otros pelean contra la enfermedad con nuestro personal sanitario en primera línea: todos los aplausos se quedan cortos para trasladarles nuestra admiración y reconocimiento. Pero una parte esencial del parapeto contra el virus consiste en evitar el contagio, y para eso la limitación drástica del contacto es la mejor medida. Pero no es fácil mantener a un país confinado sin destrozar su economía y garantizando los suministros y el bienestar de los más vulnerables; hace falta el trabajo encomiable de miles de trabajadores (fuerzas de seguridad y militares, transportistas, personal de suministros de primera necesidad, servicios sociales o residencias, entre otros). Si este encierro es duro para todos, imaginemos lo que puede ser cuando los años, la enfermedad o la discapacidad son eternos (y a veces únicos) acompañantes. Son 450.000 personas, casi todas mayores (a las que hay que sumar otros 100.000 usuarios de los centros de día cerrados estos días) las que necesitan de los servicios de ayuda a domicilio. Sin la entrega de las trabajadoras de estos servicios (la mayoría son mujeres) no sería posible atender a las necesidades básicas de estas personas: aseo, higiene personal y del entorno próximo, vestido, cuidado de la salud, alimentación y sueño.

Todos estos trabajadores se arriesgan mucho más al contagio que los que podemos permitirnos el teletrabajo, por lo que resulta esencial el cumplimiento de las normas de prevención de riesgos laborales, y en concreto la protección de los trabajadores contra los riesgos para su salud y su seguridad derivados de la exposición a agentes biológicos (RD 664/1997), con el correspondiente deber del empresario de proporcionarles equipos de protección individual adecuados para el desempeño de sus funciones (los ya famosos EPI: mascarillas, batas quirúrgicas, gafas, guantes..), aunque es sabido cómo está el mercado de estos equipos y las dificultades para su adquisición. Hay que preservar su salud por imperativo legal y moral, y además porque es la única garantía de que los demás podamos preservar la nuestra.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Por ellos, por nosotros