El Gobierno sorprendió hace unas semanas con todo un alarde de rapidez, eficacia y contundencia cuando en apenas unos días aprobó en el Consejo de Ministros el nuevo cálculo del impuesto de plusvalía, que había quedado anulado tras una reciente sentencia del Tribunal Constitucional. Incluso ... la ministra Montero, durante el congreso regional del PSOE en Torremolinos, espetó desde la tribuna: «El lunes arreglo lo de la plusvalía, ¿eh? Hombre, claro... Lo llevo al Consejo de Ministros, dicho y hecho». ¡Qué capacidad de resolución! Aquel golpe de pecho demuestra que en materia de gestión pública, por lo general, cuando se quiere se puede, aunque muchas veces suceda que sencillamente no quieren. El ejemplo constata además que el retraso de muchas iniciativas, en ocasiones frenadas durante años, se debe a la falta de decisión y voluntad políticas.
Sería una noticia extraordinaria que el Gobierno y el resto de administraciones (Junta de Andalucía y ayuntamientos en el caso que nos ocupa) tuvieran con algunos proyectos que afectan a Málaga la misma rotundidad exhibida para solventar la anulación del impuesto de plusvalía. El tren del litoral para conectar Málaga con Estepona —habría que empezar a verbalizar también la conexión con Vélez-Málaga y Nerja—, la integración del tramo urbano del Guadalmedina, la regeneración de los Baños del Carmen, el acceso Norte del Aeropuerto o el corredor ferroviario central de mercancías son asuntos pendientes que llevan demasiados años en un cajón porque no ha habido ningún gobierno ni ningún partido político que realmente decida ponerse manos a la obra. Así de claro.
La falta de suelo para oficinas constituye uno de esos problemas que arrastra la provincia. Es un déficit incomprensible en un territorio con una tasa de desempleo disparada, sobre todo entre los jóvenes, y un lastre para el desarrollo y la consolidación de Málaga como destino tecnológico. El pasado jueves, en el transcurso del encuentro Sun&Tech, que reunió de la mano de SUR a un brillante grupo de ponentes en la vanguardia de los proyectos tecnológicos de más éxito del país, fueron muchos quienes hicieron hincapié en la urgente necesidad de suelo para oficinas. Es una demanda evidente, pero tratar de que los gestores públicos la atiendan parece tan complicado como encontrar agua en el desierto. Tanto es así que incluso uno de los ponentes, con la intención de enfatizar su discurso, llegó a decir que en vez de hacer un hotel en la futura torre del puerto habría que dedicar el edificio a oficinas.
Porque el problema en Málaga no es la falta de suelo sino la cantidad de problemas que hay para desarrollarlos. Porque, en estos momentos, el mayor obstáculo para la puesta en marcha de proyectos es la burocracia de las administraciones públicas. Sí, como suena: el principal freno para el crecimiento económico en Málaga y Andalucía es la lentitud de la administración, que avanza con andador salvo cuando interesa tomar atajos («El lunes arreglo lo de la plusvalía») en un contexto cada vez más acelerado donde mañana ya es pasado. Sería paradójico, y triste, que el prometedor potencial del sector tecnológico en la provincia fuese ahogado por la falta de oficinas para nuevas empresas.
Y el mayor proyecto sería convertir el muelle 4 del puerto y toda su fachada de Muelle Heredia en una gran ciudad de negocios. Incluso aquel proyecto que presentó el arquitecto Ángel Asenjo con un un total de quince edificios, con alturas de seis, doce y dieciocho plantas, permitiría la puesta en marcha de una 'city' empresarial que supondría el despegue definitivo de Málaga como destino tecnológico con su evidente traducción en el empleo. Esta idea, sin embargo, cuenta con el rechazo del propio Puerto de Málaga, así como del PSOE, Adelante Málaga y el Colegio de Arquitectos.
Pero, puestos a buscar espacios, también se habló en Sun&Tech del antiguo edificio de Correos e incluso de trasladar Hacienda y destinar su sede, actualmente en rehabilitación, a oficinas. Quiero decir con todo ello que Málaga podría tener solucionado el problema de la falta de oficinas con el Málaga TechPark (antiguo Parque Tecnológico) y con proyectos en el centro de la ciudad, que ejerce una lógica atracción entre las nuevas empresas, con Google como ejemplo principal al que otros muchos quieren imitar.
Málaga tiene el turismo, la construcción, la agroalimentación y la tecnología como las cuatro patas de una mesa prodigiosa que podría cambiar la economía de la provincia y el mapa del desempleo, donde sobresalen las cifras en rojo del paro juvenil y del fracaso escolar, por encima del 20 por ciento. Y para todo esto sólo hace falta decisión y determinación, pero ya se sabe que la política anda a sus cosas —que si elecciones, que si congresos, que si conspiraciones, que si luchas de poder—, casi siempre muy alejadas de las verdaderas necesidades de los ciudadanos y de sus ciudades.