Sr. García .

El político tóxico

CARTA DEL DIRECTOR ·

Hay cargos públicos que contribuyen cada día con empeño a que el mundo sea un poco peor y a que la convivencia sea más difícil, algo que nos debería hacer pensar si realmente merecen estar en la política

Manuel Castillo

Málaga

Domingo, 16 de enero 2022, 01:02

Se ha asumido con una asombrosa naturalidad que la actividad política no sólo sea destructiva con el oponente sino también con los servicios esenciales: la sanidad, la educación, la asistencia social o todo aquello que encuentre a su paso. Siempre me llama la atención que ... cuando salen los datos de empleo, sean buenos, malos o regulares, el PSOE arremete contra la gestión de la Junta de Andalucía de Juanma Moreno y el PP hace lo propio contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Lo mismo que ocurría cuando el PP criticaba desde la oposición a Susana Díaz y el PSOE a Mariano Rajoy. Resulta ridículo y demuestra que lo único que importa es erosionar al rival, incluso a costa de confundir a la ciudadanía y menoscabar el necesario oficio de la representación pública.

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Lo mismo ocurre con la sanidad. Hoy por hoy todas las comunidades tienen problemas de saturación y falta de medios en la atención primaria y las listas de espera, por eso resulta grotesco comprobar cómo el PP o el PSOE pueden defender o criticar exactamente lo mismo dependiendo de si gobiernan o no.

Y peor aún cuando entran o salen de los gobiernos. Resulta que en cuestión de días la sanidad andaluza pasó de ser para el PSOE excelente en manos de Susana Díaz a un desastre bajo la presidencia de Moreno Bonilla y, en cambio, para el PP era una tragedia y ahora marcha bien. La misma campaña en defensa de la sanidad pública que ahora promueve el PSOE por toda la provincia la organizó el PP exactamente igual en 2016.

Desde mi punto de vista es triste que por cuestiones de interés político se desgaste y socave la imagen de la sanidad en vez de trabajar conjuntamente por mejorarla. Lo sensato sería que en cuestiones estratégicas primara el interés general, pero ya se sabe que es difícil encontrar sentido común en el enfrentamiento político. Qué diferente sería todo si los parlamentos alcanzaran acuerdos en los asuntos más importantes, como la sanidad, la educación o el empleo.

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Es evidente que en nuestro sistema político se ha instalado la confrontación y los propios ciudadanos asumimos que el fin de los partidos puede justificar sus medios. Y ahí entra a menudo la figura del político tóxico que abunda por las redes sociales. Una especie de político que, frente a su apariencia afable y hasta infantil, tiene un instinto feroz y agresivo, está dispuesto a atacar con un buen 'tuit' de día y de noche, es escurridizo y aprovecha cualquier oportunidad para acorralar a su presa con la ayuda de un buen puñado de 'trolls'. Vive para las redes sociales con la única pretensión de confundir, engañar y desinformar como para sacar algún rédito político, aunque sea fugaz. Suele ser pelota con su líder hasta el bochorno y tiene escaso sentido del ridículo cuando sale en socorro del ganador de turno. Tiene una enorme habilidad, además, para colocarse en la foto y después de cada proceso electoral suele preguntar: «¿Quiénes hemos ganado?». Y así, durante toda una carrera política.

Lo peor de todo no es convivir con esta fauna, sino el daño que provocan en la convivencia y en el propio sistema. Son capaces de generar alarma ciudadana o deteriorar la imagen de un servicio público por el solo hecho de conseguir unos cuantos 'me gusta' en Twitter o Facebook.

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Hay que reconocer que este tipo de alimañas no sólo pulula por la política y que también se puede observar en el mundo del (pseudo) periodismo y los medios. Pero eso daría para otro artículo.

Y ante esto nos deberíamos hacer algunas preguntas: ¿Cuál es la contribución de este tipo de políticos a la sociedad? ¿Es razonable que vivan del erario público? ¿Deberían los partidos políticos poner algún límite a los excesos de estos francotiradores de las redes sociales?

Es absolutamente lícito defender las ideas e incluso hacerlo con vehemencia, pero ello no tiene nada que ver con aquellos que convierten su acción política en una máquina de 'fake news' que trata únicamente de engañar y desinformar al ciudadano para su beneficio. El mejor favor que podríamos hacernos como sociedad es poner freno a esas actitudes que envenenan todo cuanto tocan y expulsarlas del sistema como el cuerpo elimina una sustancia tóxica.

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Cuando en una reciente sesión del Parlamento de Andalucía el diputado del PSOE Juan Pablo Durán le deseó ánimo y fuerza a un emocionado Javier Imbroda para que superara su enfermedad no sólo dio una lección de humanidad sino que nos sacó por unos minutos del fango en el que esos políticos tóxicos nos quieren meter permanentemente. Y también nos recordó que es posible una forma de hacer política más honesta, más leal y más comprometida.

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