La policía montada de Canadá quizá es el único símbolo a caballo que se ha fijado en la retina del resto del mundo como identificación ... de un país con un sistema de seguridad que viene de lejos y que instituye su Historia Moderna en aquellas fronteras heladas en el que se asentaban las múltiples etnias de pieles rojas. Con la policía montada se igualó a un país federal y caleidoscópico como Canadá, mucho más que el tremendo Lago Ontario, las francófonas Quebec y Montreal, 'to Toronto entero', la alejada Vancouver, o la mismísima capital, Otawa, amalgama de lenguas, religiones, irreligiones, arquitecturas y partidos, todos moderados ya sean de izquierdas o derechas, como en cualquier nación de alto nivel económico, y por tanto, cultural, que para colmo viene a ser una gélida república coronada cuyo presidente es el remilgado rey Carlos III de la Gran Bretaña. El sistema federal canadiense es uno de los más puros del mundo y su comercio exterior de los más sólidos y equilibrados, hasta ahora. Canadá también se ha hecho famosa por una familia preminente, los Trudeau, Pierre y Justin, que han logrado dar imagen y cachet a la institución, aunque también un aroma de escándalo.
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Pierre Trudeau se unió a una mujer extraordinaria y polémica, Margaret Sinclair, que contaba veinte años menos que él, a pesar del atractivo mundial de 'bon vivant' que Pierre alternaba con su meteórica carrera política. Mi amigo canadiense Geoffrey, que desde hace veinte años veranea en nuestra Costa del Sol, afirma que Canadá les debe a Pierre y a Margaret, al matrimonio Trudeau, que se avanzara y se hicieran visibles, en los años setenta, gracias a su conducta desinhibida, cuestiones que eran consideradas tabú como amor libre, consumo de marihuana, homosexualidad y libre interrupción del embarazo. Y Geoffrey tiene razón. Recuerdo que siendo yo muy joven veía fotos del matrimonio Trudeau en portadas de magacines participando en fiestas locas en París, en el swinging londinense o en el neoyorkino Studio 54. Lo cierto es que, en un momento dado, Margaret Trudeau cruzó la línea roja, y a pesar de poseer una inteligencia privilegiada -abogada, fotógrafa y escritora-, derrapó, y abandonó el hogar familiar para ahogarse en la noche americana.
Desde hace una década uno de sus tres hijos habidos con Pierre, el carismático Justin, ha ocupado el cargo de primer ministro desde 2015 hasta hace unos días. No hace falta decir que su liberalismo progresista ha reformado todo lo reformable. Les recomiendo leer su discurso de renuncia al cargo tras la cuestión de los aranceles planteadas por Trump y su equipo. Es un modelo de coherencia, tolerancia y defensa de la soberanía canadiense frente al ogro amarillo.
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