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HabHabía oído hablar de los uigures, pero no sabía realmente nada sustancial sobre su historia, solo que eran una minoría perseguida en China. Tengo que confesar que nunca me había molestado en aprender más sobre ellos, pero eso ha cambiado al encontrarme con el libro ... de Tahir Hamut Izgil 'Vendrán a detenerme a media noche' (Libros del Asteroide, traducción de Catalina Martínez Muñoz). Tahir Hamut Izgil es un poeta y cineasta uigur, perseguido, torturado, encarcelado en un campo de trabajos forzados –«Campo de Reeducación»–, que marchó al exilio con su familia huyendo de la represión. Podríamos pensar que estos hechos suceden en los tiempos de Mao Tse-Tung durante la Revolución Cultural china, pero no: Tahir Hamut Izgil fue detenido por primera vez en 1996, cuando era más que normal la persecución de los intelectuales de etnia uigur, un acoso que desde 2017 se ha recrudecido a niveles que se han calificado de genocidio.
En 'Vendrán a detenerme a media noche', el autor narra su propia experiencia y la de otros como él y la contextualiza en el proceso histórico, político y cultural de las últimas décadas, con lo que su libro se convierte en uno de los pocos testimonios de lo que está ocurriendo en nuestro siglo con los uigures de China. En su esclarecedora introducción al libro –que comienza con una magnífica frase: «Si habéis pedido un Uber en Washington D.C. en los últimos años, es posible que el conductor fuera uno de los más grandes poetas uigures vivos»– Joshua L. Freeman, especialista en historia y cultura uigures y traductor al inglés de Izgil, resume la escalada de violencia contra la minoría uigur, de lengua túrquica y religión mayoritariamente musulmana que se concentra principalmente en la región de Xinjian, en el noroeste de China.
Comienza con la discriminación lingüística y religiosa desde las instituciones, aprovechando la islamofobia global para justificarla; sigue con la dispersión forzada de los uigures desde la Región Autónoma de Uigur en Xinjiang a otras regiones a causa de la pauperización provocada por esa misma discriminación institucional; el rechazo social de la mayoría se hace más agudo, los episodios de violencia y linchamiento contra ellos aumentan; en 2016 se retiran sus pasaportes, se les prohíbe comunicarse con el extranjero y finalmente comienza el internamiento masivo en campos de concentración. Algunos episodios aislados de violencia por parte de uigures se convierten en excusa para calificar a toda la población de extremistas, terroristas y separatistas. La situación se convierte en una trampa mortal de la que su amigo, Tahir Hamut Izgil, es capaz de escapar, milagrosamente, en 2017.
Estos días en los que hablamos tanto del salto tecnológico a cuenta de la inteligencia artificial, el control casi absoluto de la población uigur y, con ello, su extermino, se debe en buena medida a un sistema de vigilancia biométrico único en la historia de la humanidad. Un ejemplo más –otro sería el Gobierno de Israel– que muestra cómo los regímenes genocidas usan la tecnología más avanzada para controlar, doblegar y, finalmente, aniquilar a su objetivo.
Más allá del interés que despiertan los temas políticos e históricos que trata Tahir Hamut Izgil, 'Vendrán a detenerme esta noche' es un testimonio de gran calidad literaria. La voz de Izgil cuenta hechos, eventos y anécdotas con la minuciosidad de un cronista y la belleza expresiva de un poeta, al mismo tiempo que profundiza en el análisis de la represión de las autoridades chinas y de la violencia que despierta la discriminación y empobrecimiento en el pueblo uigur. Su mirada es crítica y profunda, evita el sentimentalismo de la tragedia. Lo que narra resulta a veces inconcebible no solo por la terrible persecución que atestigua, también por la sofisticación de la crueldad cotidiana del gobierno chino contra los uigures, impuesta en buena medida por los colonizadores de etnia han. Un ejemplo: cuenta Izgil que en 2015 las autoridades chinas forzaron reiteradamente a los clérigos uigures musulmanes a participar en un concurso de baile televisivo. Los clérigos tenían que bailar en un escenario una canción disco china titulada 'Manzanita', himno omnipresente en la región de Kashgar y que sonaba obligatoriamente en los móviles de todos los funcionarios porque era la preferida del gobernador chino de turno. Otro: en 2016, tras varios atentados atribuidos a terroristas uigures, el Gobierno chino obligó a todos los comerciantes de la región a participar en un 'Bloque Unido de Defensa contra la Violencia Terrorista' que consistía en ponerse el brazalete rojo del partido, tener en sus tiendas una porra y un silbato –comprados con su propio dinero– y participar en absurdas maniobras, acompañadas de adiestramiento ideológico contra el «separatismo étnico». Otro: De obligar a los clérigos a bailar 'Mazanita' se pasó a prohibir la posesión de artículos religiosos; «quienes conservaban el Corán –relata Izgil– no tardaban en ser descubiertos, detenidos y sometidos a un castigo severo», a veces denunciados por sus propios vecinos.
La humillación pública y cotidiana, el clima de miedo y paranoia, eran parte de la gran maquinaria de aniquilamiento que empezaría poco después: redadas masivas e internamientos en «centros de estudio», eufemismo para los campos de concentración que se establecieron por todo el territorio uigur y a los que los detenidos eran trasladados en un protocolo secreto que impide, hasta hoy, su seguimiento.
Cuando desde el futuro se juzguen estos años, quienes estudien el pasado dirán que estas primeras décadas del siglo XXI se caracterizan por genocidios y persecuciones étnicas que ya se creían superadas después de las barbaries del siglo XX, como el genocidio de palestinos por parte de Israel o este otro tipo de genocidio sin bombas ni drones que tan cruelmente ha diseñado el Gobierno chino: campos de concentración, prisiones, torturas, persecución de prácticas religiosas y culturales, control tecnológico biométrico de la población uigur, prácticas de esterilización, y un largo etcétera de violaciones de derechos humanos con el objetivo de exterminar a esta minoría. Pese al bloqueo informativo del gobierno chino, pese a sus mentiras y campañas llenas de eufemismos y acusaciones falsas, gracias a autores como Tahir Hamut Izgil y a obras como 'Vendrán a detenerme a media noche' no podremos decir que nada sabíamos.
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