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La consejera de Salud, Marina Álvarez, puso ayer plazos al nuevo hospital que tanto necesita Málaga y dijo que su construcción supondrá una inversión de unos 230 millones de euros, dinero que pondrá la Junta de Andalucía. Ese compromiso público es el que la máxima dirigente de la sanidad pública tenía que hacer. No cabía otro. La labor llevada a cabo por más de 300 personas, incluidas en 18 grupos de trabajo, necesitaba que Salud le diese el visto bueno y asumiese como suya la propuesta de erigir ese centro hospitalario en el emplazamiento propuesto por los expertos (detrás del Materno Infantil). Una vez aceptado el proyecto, hay que vigilar que «la máxima prioridad y la máxima celeridad» expuestas por Marina Álvarez es algo incuestionable y que los plazos, tanto de la licitación de la redacción del proyecto como de la licitación de las obras, se cumplen y en seis años, a contar desde 2019, el hospital es una realidad incontestable. Falta hace. Desde luego, es una imperiosa necesidad para que el futuro sanitario de Málaga se afronte con garantías. Esta vez no vale ningún tipo de excusa para retrasar la iniciativa. La Junta de Andalucía se juega su prestigio. Es comprensible, que teniendo en cuenta el precedente del prometido y nunca hecho macrohospital, los malagueños mantengan recelos sobre lo anunciado por la consejera de Salud. No es que se ponga en duda su palabra, pero es que las palabras se las lleva el viento. La mejor forma de acabar con la incertidumbre es demostrar con hechos que se dan los pasos adecuados para que el hospital salga adelante. Y que no se olvide que hay que negociar con la Diputación, que es la propietaria de los terrenos donde se quiere levantar el edificio.
Como no solo de pan vive el hombre, la Consejería de Salud, aparte de erigir el hospital, tiene diversas deudas pendientes con la sanidad pública de Málaga, a la que hay que dar un impulso decidido, con dinero de por medio, para salir del atolladero. Para eso, es imprescindible acometer mejoras en las infraestructuras actuales (muchas de ellas claramente desfasadas, anticuadas e insuficientes), incrementar las plantillas de profesiones de los hospitales y de los centros de salud, recurrir a los conciertos con la sanidad privada siempre que sea preciso para reducir las listas de espera diagnósticas y quirúrgicas, ampliar de una vez por todas las urgencias de Carlos Haya, abrir los quirófanos y las plantas de encame del Hospital del Guadalhorce y rehabilitar el Marítimo de Torremolinos, entre otras cuestiones. Así, y solo así, pacientes y trabajadores sanitarios respirarán con alivio.
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