Escándalo fusión

Los amantes de la política surrealista mirábamos antes a Italia con devoción y un poco de envidia. Eran los escándalos italianos raros, retorcidos, llenos de detalles extravagantes. La corrupción española –reconozcámoslo– siempre tuvo esa triste vulgaridad de calzoncillo con florecillas y huevo asomando, a lo ... Roldán, a lo Tito Berni. En cambio, en Italia, encontrábamos cierta elegancia en los desfalcos y una brillante narrativa. Ahí está el caso de Marino Massimo de Caro, un ladrón y falsificador de libros antiguos al que un ministro de Cultura amigo suyo decidió nombrar director de la Biblioteca Girolamini, fundada en Nápoles en el siglo XVI. Pueden ustedes imaginarse el gozoso saqueo de incunables y manuscritos, de volúmenes raros, de libros bellamente ilustrados. Y nuestro Koldo, mientras tanto, comprándose pisitos en Benidorm.