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Yolanda Díaz. Efe
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Opinión

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A la última ·

La creatividad inagotable de la política española, sin embargo, nos está descubriendo mil pliegues sorprendentes en la palabra dimisión

Pío García

Logroño

Martes, 25 de junio 2024, 00:11

Antes las dimisiones eran una cosa seria. Tal vez no llegaran al extremo de Benedicto XVI, que se despidió en latín, pero siempre sonaban a órdago inapelable. El diccionario de la Real Academia Española aún define la palabra con una rotundidad sin matices: «Renuncia, abandono ... de un empleo o de una comisión». Los sinónimos que propone («retirada, abdicación») poseen también el halo trágico de lo irremediable. El 28 de enero de 1981, Suárez dijo: «Presento irrevocablemente mi dimisión», y se acabó. Eran las antiguas dimisiones un abismo, una última frontera, una falla geológica.

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