Por ahora

Pídeme lo que quieras, que todo te lo daré

Domingo, 22 de octubre 2023, 02:00

La guerra de Hamás ha vuelto a llenar de sangre y dolor la realidad y con ella las crónicas y el debate. En España no somos ajenos, hay manifestaciones y posturas encontradas. También la seguridad nacional se resiente, sobre todo en cuanto a medidas de ... prevención, dada la llamada de los terroristas de Hamás, algún portavoz iraní y otros, para atentar en Occidente. Sería deseable la vuelta a los equilibrios y a la paz lo antes posible, salvar vidas y desterrar estas nefastas consecuencias en Oriente próximo y en todo el mundo.

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Entre tanto, en nuestro país, hay un proceso de investidura en marcha con un Congreso de los Diputados cerrado y un Senado abierto. «Nos está haciendo perder el tiempo», decían en su incesante critica a Núñez Feijóo por su investidura, paradójicamente estamos en una larga espera sin fecha en el turno del actual presidente en funciones. Habrá Sánchez de nuevo o repetición de elecciones, las casas de apuestas echan humo, pues la negociación, más que discreta, está siendo opaca. Por un lado, hay una competencia feroz entre Junts y ERC, a ver quién pone más alto el listón. Por otro, en el PNV cuentan que ellos aún no han negociado nada... Y Podemos sacando los pies del tiesto, hablando en nombre del Gobierno, desde política internacional hasta lo que se les ponga, en un claro gesto de «tengo 5 escaños y puedo actuar contra pronóstico». Finalmente, Sumar y Bildu -en evitación de más riesgos- se han convertido en los más aplicados socios del aún presidente. Yolanda Díaz parece tener una intensa agenda de visitas a museos, foros y largos paseos de soñada coalición y Otegui sólo sale para mostrarse «comprensivo», «preferente» y blanqueado.

Hay un plazo, el 27 de noviembre. Puede que el juego de los subasteros sea estirar hasta obtener las más y mayores ventajas posibles y, en el último minuto, pactar -eso espera Sánchez-. Pero también puede ocurrir cualquier otra cosa, incluso alguna petición o exigencia de última hora puede dar al traste con lo mollar: el voto favorable de toda esa «mayoría social progresista». Más sibilino y más perverso sería el escenario de que Junts estuviera jugando con Pedro, en un vengativo ardid, para llevarlo al paroxismo y al final decirle que no. Es una posibilidad muy remota, porque Puigdemont tendría que renunciar al confort personal que ansía -o me das el coche o te quito el carnet-. Pero sin duda sería una gran piedra de toque que, en las próximas elecciones catalanas, traería consecuencias desconocidas. Vamos, que los más independentistas de la clase, en vez de pactar, rompieran, sería como algo parecido a tener dignidad, si esta virtud cupiera en esos cenáculos de «som i serem», o lo que sean.

Dicen que Pedro Sánchez no está tranquilo, pues a pesar de saberse «el resistente» y navegar en una sensación permanente de optimismo estadístico, no acaba por despejar del todo la incertidumbre. Es lo que tiene este proceso del todo o nada y a cualquier precio, que puede hacer saltar la banca y con ella al más ambicioso político y desahogado personaje que nos han traído los tiempos.

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