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Y fue un día que el Capitán Alatriste, vamos, su intérprete en el cine, Viggo Mortensen, se afilió a Ómnium Cultural, una plataforma cívica fundada -dicen- en tiempos de Franco para preservar la cultura catalana y que en los últimos años ha girado hacia el ... soberanismo activo y hasta callejero. Y también fue que Arturo Pérez Reverte, que tiene una sombra mucho más alargada que él mismo y una biografía más amplia que tiempo vivido -todo ello tomado en el buen sentido-, no recibió aquello con ningún agrado. Bueno, no es que haya trascendido nada de ello, pero denlo por seguro, a pesar de que al genial autor no le gusta nada que se presuma lo que él piensa o cómo puede llegar a reaccionar, y corremos el riesgo de que salga con una de las suyas rompiendo toda la cacharrería. Lo cierto es que allá por el año 2006 se estrenó en España la película 'Alatriste' -dirigida por Elías Díaz Yanes- y Mortensen fue su protagonista principal. El guion fue del propio autor del ciclo de novelas protagonizadas por el soldado de los Tercios en que se inspira esta muestra del séptimo arte, Pérez Reverte, en colaboración con el director de la misma. Ponerse en la piel de un español del siglo XVII, pendenciero, valiente, con pocos medios y aderezado de código propio de honor, visto desde este siglo, sin duda requiere una auténtica inmersión. Reverte refiriéndose al rodaje, en el que Mortensen se esforzaba por remeter su argentino acento y exhibir su aprendida y bravucona españolidad, estalló diciéndole del artista -como en un piropo-: «Viggo se ha hecho español, oscuro y trágico». Una alabanza bastante adecuada, pues madrileño adoptivo, catalanista e independentista, son 'virtudes' sólo al alcance de elegidos, españoles por supuesto.
En nuestra ejecutoria histórica los Tercios de Flandes tienen también detractores, que ajustaron sus cuentas apuntándose a la Leyenda Negra, sin por ello azorarse de contar aventuras y correrías tan 'fake' como pueda imaginarse. La llamada furia española a finales del siglo XVI, cuyas gestas bélicas fueron contadas con la adecuación necesaria para mitificarlas de la peor manera, ha resultado contener dentro de sí una mayoría de tropas valonas, holandesas y flamencas. Holanda vertebró su leyenda en la idea de que los verdaderos holandeses eran sólo los protestantes y los malos eran los católicos también de aquellas latitudes, borrados de los libros de historia. En 1573 con motivo de «la rebelión de las ciudades unidas» el Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, tenía a su mando 54.300 soldados (datos de Elvira Roca Barea), de ellos 6.300 eran españoles -eso sí, los más expuestos, destacados y con mayor número de capitanes-, 5.000 italianos y 48.000 holandeses. (A veces en el Congreso de los Diputados parecen estar todos ellos, pero gana Casado).
En la ciudad de Bruselas, en la bellísima Grand Place, hay un establecimiento hostelero mítico, 'Le Roi d'Espagne'. Aparte de su agradable, austera y acogedora decoración, en un lugar del techo acaso hay colgados dos muñecos, uno es el del Duque de Alba, el otro es el de su caballo. Se trata de la escenificación de un sueño, pues nunca lograron tal hazaña. Durante generaciones -algunos afirman que todavía hoy-, flamencos, holandeses y otros nórdicos, acunaron a sus bebés advirtiéndoles de que debían dormirse o vendría el Duque de Alba. Dicen que era otra mentira, el duque nunca ha aparecido...
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