Sr. García .
Carta del director

La petición de indulto a Griñán enreda al PSOE

Hay razones humanitarias que pueden justificar la medida de gracia, pero los socialistas se equivocan al intentar ignorar la responsabilidad del expresidente de la Junta en la malversación de 680 millones

Manuel Castillo

Málaga

Domingo, 4 de septiembre 2022, 00:27

Hay asuntos extremadamente complejos porque se sustentan en matices muy sutiles y, sobre todo, porque tienen una enorme carga emocional y política. Mandan más las tripas que la cabeza. Y uno de ellos es el debate sobre el posible indulto al expresidente de la Junta ... de Andalucía, José Antonio Griñán, condenado en el caso EREa seis años de prisión por malversación y prevaricación en la administración de no menos de 680 millones de euros de dinero público durante su etapa de consejero de Economía y Hacienda bajo la presidencia de Manuel Chaves. Esta enorme cantidad de millones se repartió sin control a empresas de Andalucía para garantizar la paz social en un chusco entramado del que se benefició una multitud de personajes y empresarios en la órbita del gobierno andaluz. La sentencia también envía a prisión a los exconsejeros Antonio Fernández, Francisco Vallejo, José Antonio Vieira y Carmen Martínez Aguayo, lo que convierte esta causa en uno de los mayores casos de corrupción de la historia reciente y pone entre barrotes a prebostes de aquella época venidos hoy a mucho menos. Si uno es capaz de abstraerse y mirar con distancia, es evidente el drama personal y familiar de estos encausados, al margen de su evidente culpabilidad. Seguro que ninguno de ellos se podía imaginar siquiera una remota posibilidad de acabar en prisión por hacer lo que estaban haciendo.

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El deterioro moral y ético de esta causa se alcanzó con la detención del exdirector general de Trabajo Javier Guerrero, que bautizó las ayudas como 'fondo de reptiles'. En víspera de las elecciones andaluzas de 2012, fue detenido el que fuera chófer de Guerrero, a quien éste concedió ayudas por un millón de euros para sus empresillas fantasma y quien declaró que parte de ese dinero lo gastaron, ni más ni menos, en fiestas, putas y cocaína. Todo un alarde para resumir en una frase el nivel de corrupción de aquella época en Andalucía.

En este contexto, resulta muy difícil arrojar luz sobre el posible indulto a Griñán que solicita su familia y que ya han apoyado nombres como Felipe González, Alfonso Guerra, Rodríguez Zapatero o Susana Díaz. Sólo Juan Espadas, secretario general de los socialistas andaluces, se ha desmarcado de este apoyo, consciente de que es una mochila demasiado pesada en su condición de jefe de la oposición y responsable de sacar al PSOE de Andalucía de los escombros.

A la hora de pronunciarse sobre el posible indulto hay que partir de una premisa: tanto los que están en contra como los que están a favor tienen argumentos de peso. Tan lógica es la tesis de que el que la hace la paga como la de que existen razones humanitarias para evitarle a Griñán el trago de entrar en prisión. Es un error pretender imponer la razón, porque de lo que se trata, en el caso de la concesión del indulto, es convencer de las motivaciones de esa medida de gracia.

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Por eso, parece un error aludir a la honestidad de Griñán, tanto por su familia –algo absolutamente entendible– como por altos cargos, pasados y presentes, del PSOE. No se ha juzgado si Griñán se enriqueció personalmente o metió la mano en el cajón, algo que, de haberse producido, hubiera impedido plantearse el indulto. Lo que se ha investigado y probado es su nefasta gestión de dinero público y su responsabilidad hasta el punto de cometer malversación y prevaricación durante su etapa de consejero de Economía y Hacienda. Es verdad que él no se enriqueció, pero sí se benefició su partido y también su Gobierno. Esos 680 millones malversados sí ayudaron, en mayor o menor medida, a que él y otro muchos siguieran gobernando Andalucía bajo las siglas del PSOE. O sea, Griñán delinquió.

Aquí no se habla de su honorabilidad, sino de su responsabilidad jurídica. Es por ello que el PSOE y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que es quien tiene la prerrogativa de firmar el indulto, deberían reconocer que no hay ningún eximente a esos delitos de malversación y prevaricación y que la única razón objetiva que puede respaldar el indulto es la humanitaria. Es tan grande el conflicto de interés que tiene Pedro Sánchez a la hora de conceder el indulto que cualquier intento de salir indemne solo empeoraría la situación.

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Es de sobra conocido el calvario personal, económico y familiar que vive Griñán desde que fue encausado, sobre todo por la desesperación de verse superado por una ola de corrupción de la que él no se benefició a título personal pero de la que fue un actor necesario por acción u omisión. Es decir, por una falta de diligencia y celo en la gestión que tuvo consecuencias delictivas. Podríamos pensar que la entrada de Griñán a sus 76 años apenas aporta a la función disuasoria, la reeducación y la reinserción que tiene cualquier pena de prisión, pero entonces se entraría en el espinoso asunto del agravio comparativo.

Por todo ello, Pedro Sánchez y el PSOE deberían asumir que si quieren defender y conceder el indulto a Griñán han de empezar por reconocer la gravedad del delito y asumir el coste político y ético de la medida. Si se le concede es, simple y llanamente, porque en la familia del PSOE no soportan darle la espalda a uno de los suyos, conscientes de que aquello de los ERE fue una red clientelar de todo el partido en una época que la que se cegaron de poder. Pepe, como le llaman cariñosamente, es un buen hombre que cometió un gran error. Su indulto es difícil de justificar, sobre todo para salvar innumerables agravios comparativos con otros condenados, pero a veces hay decisiones en la vida que se toman, a título individual o colectivo, porque sí, porque, simplemente, se cree que es lo que hay que hacer, con todas sus consecuencias. Es un gesto de humanidad que, por supuesto, no todo el mundo tiene que compartir ni que entender.

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