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El actual estado de cosas es un hervidero de decepciones y aireados inconvenientes. La multitudinaria manifestación de ayer en la Cibeles madrileña, convocada por más de cien asociaciones de la sociedad civil y en protesta y ofensiva directa contra el presidente del Gobierno, es sintomática. ... Desde luego, cabe pensar que la huida de Sánchez de sus propios errores, una y otra vez, no le hará perder el rastro de los mismos. Las consecuencias de apuntalar leyes de técnica defectuosa o significados contenidos que acaban provocando disidencia propia no pueden taparse. Es como la cumbre bilateral franco-española de Barcelona: «Cataluña está ahora mucho mejor», «el prusés ha terminado...» Aparte de las movilizaciones independentistas llevadas a cabo y algunos incidentes para demostrarnos que no es cierto, las declaraciones previas, la presencia y la casi inmediata ausencia de Pere Aragonés, el presidente de la Generalitat, son la rúbrica de todo lo contrario de lo pretendido por el Gobierno. Incluso es chocante eso de Sánchez acerca de Aragonés: «sí, pero al menos viene a la cumbre...»
Negar la realidad, como hace Tezanos con el CIS, cuya última encuesta contiene en sus datos unos resultados que están en las antípodas de los anunciados por su titular por la causa de vaya ud. a saber qué imposibles cocinillas, es una distracción sin éxito. La belleza puede mejorarse con comunicación y técnica, pero el fracaso sólo puede disimularse con amplios decorados de cartón que, a la postre, se descubrirán falsos. En los últimos meses la profusión de acontecimientos inconvenientes está logrando que las maniobras de escamoteo tengan una aparición prácticamente diaria y sus coartadas, excusas o falsos argumentos, ya sólo sirven para consumo propio. Este año electoral va a navegar en una genuina y cansina campaña que ya ha empezado.
Si tuviéramos que resaltar una característica principal de estos tiempos, la volatilidad de los principios, compromisos y proyectos de Sánchez se llevarían la palma. El desliz constante de la ideología socialdemócrata hacia posiciones extremadas es inocultable y la adhesión de los incondicionales se resiente. Pero ya no se trata sólo de traicionar posiciones tradicionales o promesas expresas, sino de establecer una deriva imprevisible e inexplicable, como el seguidismo de Marruecos o la incomparecencia ante el envío de armas a Ucrania. Las decisiones –hasta las sorpresivas– pueden ser respetables si se explican causas y razones, no hacerlo genera dudas y desafecto y, si es de forma sistémica, mucho más. Sólo quedan las circunstancias, los errores ajenos, los acontecimientos internacionales y alguna otra ocurrencia, para parar la tempestad de abandonos, críticas y quejas. Gobernar es demasiado para quien quiere mucho más que puede, la inmensa maquinaria del poder se resiente de la incapacidad, la improvisación y las carencias.
Por cierto, la petanca –como todo– tiene sus claves, también horarios, acercarse a su práctica exige intentar entender algo más. Bajar de las nubes en una pretendida escena de empatía y naturalidad pasa por una mejor dirección fílmica. El guion impostado y los actores –todos– de la agrupación socialista del lugar cantan mucho y no nos podemos creer nada.
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