Pepe Luis, en el día después
Intruso del Norte ·
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Era liberal y conservador, beato y zurdo. Como todosDía histórico. Resaca de nuevo en otro lunes más. Más papel del habitual. Y lágrimas, y caras como preguntas y preguntas lanzadas a un abril que mayea. Hay un empacho politiquero que no cesa ni va a cesar, como el rayo de Miguel Hernández. Y sin embargo, en un día como el de hoy hacemos caso a Gil de Biedma cuando nos dijo que quizá «tenían razón los días laborables».
Nos pasa que el alma está cansada, y sobre el cañamazo de la Historia que escriben los asesores hay un margen, un aparte, aquella cosa redicha y vaga que Unamuno llamaba la intrahistoria.
Pepito era ese margen unamuniano en Pedregalejo. Va a hacer casi una década que se fue y él, que se decía franquista hasta que se enteró que era Zapatero quien le subió la pensión, va a perderse esta entretenida España que se nos viene. Su patria eran cuatro esquinas cotidianas, los coches que le limpiaba a los señoritos, un abrigo sintético en las noches húmedas de marzo y así.
Qué recuerdos de aquella entrevista que le hice, con unos focos improvosados y una microfonía mejorable en aquel cine abandonado, el de Los Galanes, donde vivía. Y es que Pepe Luis siempre fue como un galán de los cincuenta venido a menos: vicioso de todos los vicios, desde el tabaco hasta el amor y el 'Marca', y de ahí que dejara por donde pasaba -kioscos, Nazarios, bares, estancos- pufos de 100 euros por semana. Pero nos enseñó que el espanto daba flores y que el señorío no está reñido con la miseria, y mucho menos bajo estos cielos.
Entonces Pedregalejo andaba en esa transición entre un pueblo siciliano y el Miami Beach que es ahora. Y esa transición la veía Pepe Luis desde su metro cuarenta, arrastrando una cirrosis cultivada desde que, monaguillo en Córdoba, descubrió las dulzuras malas del vino de consagrar que con los años sería vino dulce de Cómpeta o anís: según si el día salía lluvioso o no.
Pepe Luis me regaló un sintonizador de TDT y su amistad. A los diez años de su muerte, sin que nadie reclamara su cadáver en la morgue, aún pienso si se le incineró o si su breve carcasa corpórea sirve -o sirvió o servirá- en un futuro a la ciencia médica.
Me he acordado de él paseando por Fernández Shaw hacia La Mosca, entre el olor pútrido de unas plantas que desconozco y los jazmines que han resistido al invierno. Una ciudad, un país, un censo y demás cosas son, también, los personajes que no votaron ni ya votarán.
Así va pasando el tiempo con torerillos que se han radicalizado, marquesas que debaten, un pastor evangelista por Huelva que entiende la política como una feria de ganado y un partido, Vox, muy de la cuerda de capar a los periodistas.
Me he acordado de Pepe Luis en la media tarde de la jornada electoral más histórica que vieran los siglos. Y Pepito era España ciudadana, viva, liberal, conservadora y hasta zurda. Como somos todos en algún momento disfrutando -o no- de lo votado.
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