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El peor verano (y no es un cuento)

LA TRIBUNA ·

ANTONIO LÓPEZ ÁLVAREZ

Martes, 29 de septiembre 2020, 07:45

Siglo XXI, finales de agosto del año 2020. El Reino de España, después de tres meses paralizado por una pandemia que afecta al planeta, empieza, en el mes de junio, con su actividad prácticamente paralizada durante ese tiempo. Empiezan a abrir bares y restaurantes, tiendas, cines y también los juzgados, que eran esos lugares donde se celebraban juicios y se administraban las leyes que regían la justicia del país. Hablemos de estos últimos.

En los juzgados del Reino de España, desde tiempo inmemorial, se venía acumulando un retraso en los procedimientos judiciales, y esto debido, no a esa pandemia, sino de mucho antes, más bien por la falta de recursos, de medios, de personal y de infraestructura.

En el Reino de España, en esos tiempos, gobernaban unos señores que, aunque tenían muchas ganas de estar ahí, no se esperaban lo que se les venía encima, porque el marrón fue de órdago. Esa situación nadie sabía por dónde cogerla.

Entonces, en el Ministerio de Justicia del Reino de España, al igual que hicieron en otros ministerios, como el de Sanidad o Educación, se pusieron a pensar. Pensaron que, para solucionar el problema de los retrasos en los juzgados, achacándolo al ocasionado por los tres meses de inactividad judicial, y para que los ciudadanos se quedasen tranquilos, los juzgados abrieran ese año, de forma excepcional, desde el once de agosto. En el Reinado de España el mes de agosto siempre ha sido inhábil y los juzgados han cerrado. Su actividad quedaba reducida a solo algunas causas que la ley contemplaba como urgentes y para las que ese mes era hábil.

Siempre ese era el mes para que los funcionarios, jueces, magistrados, fiscales, secretarios y profesionales como los procuradores y otros operadores jurídicos tomasen sus merecidas vacaciones anuales, al igual que los ministros y presidentes de gobiernos. Sí, era el mes más caro para ir de vacaciones, pero todo el mundo estaba satisfecho y habituado a eso.

Así que se estableció que el mes de agosto sería hábil a partir del día 11. O sea que, trabajando quince días más o menos, después de quitar sábados, domingos y fiestas, ese 2020 se solucionaban los problemas de los atrasos en los juzgados. Eso sí, los funcionarios, los jueces, magistrados, secretarios, etc., incluso el mismísimo ministro de Justicia, tenían que coger sus vacaciones como todos los años, porque si no, el sistema se desestabilizaría y todo ese personal se pondría furioso contra los gobernantes por haberlos dejado sin sus días de descanso. Así pues, se organizaron sus vacaciones como cada año desde hacía mucho tiempo.

Alguno se preguntará... si abrió el juzgado en agosto, pero no había funcionarios, ni jueces ni nada, ¿qué lo diferenció de otros agostos? ¿para qué abrieron?

Entonces, aparecieron los procuradores y otros operadores jurídicos que, por el hecho de ser hábil esos días del mes, no pudieron tomar vacaciones, ni estar con sus familias, ni ir a visitar a los que están lejos, porque tenían que estar pendientes de las notificaciones, que el retén que quedaba les estuviera enviando de forma telemática a mansalva. Y claro, todo esto con sus plazos y trámites para que los procedimientos funcionaran y avanzaran.

El Procurador es esa figura desconocida por muchos, que pasa desapercibida en todo este sistema para el público en general. Es el profesional que carga con la mayor responsabilidad en los procesos judiciales y que, aunque tú no lo sepas bien, te está representando cada vez que acudes a los juzgados a hacer valer tus derechos o para defenderlos.

Cuando el Ministerio de Justicia del Reino de España dijo que, gracias a su iniciativa de abrir los juzgados unos pocos días en agosto, se había solucionado el problema de los juzgados, todos sabían que habían sido los procuradores los que lo habían solucionado, ya que se quedaron sin vacaciones ese año 2020 y fueron los que se tuvieron que estar, no unos pocos días, sino todo el mes, pendientes de todo.

Pero esto es solo un cuento, una historia de un pasado no muy lejano. Ni los problemas se solucionaron ni nada cambió por esa iniciativa magnífica. Los juicios seguían señalándose a años vista y los colapsos se veían venir. Al fin y al cabo, eran solo los procuradores

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