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Ha habido durante mucho tiempo muchos profetas del caos. Demasiados. Aquellos que nos miraban desde sus balcones bien regados en esos descansos de la vida en los que vivir era ir a por tabaco con un chándal con lamparones.
Fueron ellos los que en los días duros del secuestro civil, lanzaban miradas como de odio. Incluso se les vio satisfechos en su torre de marfil, en su sofá ovejero, dando la turra con Camus y fumando en pipa sin preocuparse en demasía de si las palomas cagonas no eran transmisoras de este virus que muchos quieren ver como una lección moral de no sé qué.
Nadie sabía nada, que lo de Jorge Javier Vázquez está grabado para la eternidad. Se conocía lo mismo de enfermedades víricas en los bares más añosos que en los comités científicos más vacíos. Así fuimos y así quedará para la Historia cuando nos la pregunten.
Hubo también quien perdió la juventud en el confinamiento. Se preguntó uno por los grandes temas de la Humanidad y acabó como acabé yo mismo: balbuceando y distópico.
Yo recuerdo estos días, sí, ahora que está aquí la segunda ola y que vimos que lo de encerrarnos donde toda soledad tiene su asiento sirvió de poco. Quizá ver de verdad y repetidos los cadáveres del Palacio e Hielo, quizá ver en streaming lo que era Urgencias nos hubiera mentalizado un pelín más. Prohibir la socialización, en estos pagos, es un error que va de la propia sociología al conocimiento de que por aquí aún late Roma y el Foro.
Quizá la cosa se solucione clarificando los espacios, mentalizando al 'maúro' que entre tejeringo y tejeringo tiene que hacer profilaxis con conciencia y convicción y ponerse la máscara. Con amor y pedagogía, principalmente, ante el otro. Entendimos tarde que el principio bíblico era el contrario al creced y multiplicaos.
Frente a la Comisaría del Palo se guardan las distancias y hay pulpo a la brasa y la vida debería ser como fue antes de este apocalipsis que 'se fizo' el género humano cuando más se preguntaba sobre el 7G.
Y en esto que han vuelto los días clave, la segunda ola, el volver a contar muertos y un cierto resquemor que nos va quedando de no haber disfrutado este verano como cierto fin del mundo.
Demos gracias a que, según la Aemet, las tormentas nos seguirán respetando y a septiembre del presente aún le quedan días de verano. Para cuidarse y cuidarnos.
Los otros animales, zorros, delfines y corzas salieron a la calle a ronearse el año, el mismo año, que no salieron tronos.
Fernando Simón, por lo que sabemos, subió a ver a qué olían las nubes y así nos fue todo. Lo que tuvimos y lo que ojalá no tengamos.
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