El peligro de coquetear con el populismo
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Carta del director ·
Gracias a los sucesos de Washington ya sabemos los riesgos que acechan a las democracias frente a líderes dispuestos a todo por el poderYa nadie puede llevarse a engaños. Los sucesos ocurridos en el Capitolio de Washington nos permiten calibrar los riesgos y peligros que entrañan los populismos. Ninguna democracia, por consolidada que parezca, está a salvo de los efectos de este cóctel global que mezcla desinformación, sentimentalismo, ... polarización y manipulación social, todo ello agitado convenientemente con los instintos más primarios del odio de masas frente a algo o alguien. Se trata, simplemente, de inocular en la indignación colectiva la imagen de un enemigo común: una ideología, una clase social, una raza, etc. Si hay algo en lo que todos podemos estar de acuerdo es, precisamente, en esta amenaza, aunque seguro que discreparán en ello los populistas.
Habría que empezar por destacar que el populismo, como cualquier virus, está expandido por toda la vida política. No hay ningún partido político en España que no esté afectado en mayor o menor medida por ramalazos demagógicos. Si nos fijamos en los partidos tradicionales, basta escuchar o leer a la socialista Adriana Lastra o al popular Teodoro García Egea para darnos cuenta de ello. Lo que ocurre es que los populistas siempre son los otros, los de enfrente.
Pero el verdadero riesgo se halla en aquellos partidos que nacen desde el populismo y con la pretensión indefectible y original de llegar al poder a través de la excitación de la sociedad con discursos demagógicos, cuando no falsos. Y ahí, con absoluta claridad, se dan la mano en España Unidas Podemos y Vox. Y precisamente ambas formaciones extremas se retroalimentan por el odio al contrario. Unidas Podemos tendría muchas más dificultades de subsistir si no existiera Vox y Vox no habría alcanzado su nivel de representación sin la existencia de Unidas Podemos.
De la misma forma, ambos partidos son el resultado del deterioro de la política y los partidos tradicionales. Es decir, ambas formaciones se desarrollan rápidamente alentadas por la furia ciudadana contra la política tradicional. De esa misma furia surgió el movimiento 15M que luego, en un alarde de plagio y robo intelectual, reivindicó para sí la cúpula de Podemos.
Aquí, en Málaga, tuvimos uno de los primeros casos europeos del populismo, cuando Jesús Gil llegó a la alcaldía de Marbella y arrasó sucesivamente en varias elecciones. El motivo del auge de Gil fue el desastre político absoluto que vivía Marbella en aquellos años. Gil fue el resultado del deterioro político y social provocado por el PSOE y el PP en Marbella.
Por estos motivos, el pasado miércoles por la noche fueron inevitables las comparaciones de lo acaecido en el Capitolio con algunos hechos vividos en España. Lo triste de esas comparaciones era que algunos, entre ellos algunos periodistas, sólo veían la paja en el ojo ajeno. Para muchos, el asalto al Capitolio fue una herramienta más para ahondar en la polarización, en la diferenciación entre buenos y malos, en el enfrentamiento social, como si hubiese populistas buenos y malos. No deja de ser otra forma de forofismo político e ideológico.
Es evidente que lo ocurrido en Washington no es comparable a la acción 'Rodea el Congreso' contra la toma de posesión de Mariano Rajoy, cuando miles de personas se citaron en la Carrera de San Jerónimo jaleados, precisamente, por líderes de Podemos; tampoco es comparable con la manifestación, con el beneplácito de la propia Susana Díaz, en el Palacio de San Telmo el día de la llegada a la presidencia de la Junta de Andalucía del popular Juanma Moreno. Hay, sin embargo, más similitudes con lo vivido en Cataluña y con el intento de sedición que llevó a la cárcel a varios miembros del Gobierno de la Generalitat. De hecho, hay imágenes curiosamente idénticas. Y también suenan muy parecidos discursos xenófobos y nacionalistas escuchados a Vox y al propio independentismo catalán.
Hubo una época en España en la que, para evitar llamarle a alguien adicto –algo que parecía muy duro–, se decía que tal o cual actor, músico, político o escritor, coqueteaba con las drogas. Era una forma como otra cualquiera de blanquear la realidad. Pues bien, algo parecido se percibe ahora: España está peligrosamente coqueteando con los populismos.
Y la mejor forma de analizar ese asunto es intercambiando los papeles de unos y otros. ¿Qué habría dicho Unidas Podemos y el propio PSOE si Vox o el propio PP hubiesen organizado una concentración contra la designación de Sánchez como presidente del Gobierno rodeando el Congreso? ¿Qué habría dicho Susana Díaz si Juanma Moreno hubiese respaldado una manifestación en San Telmo contra su nombramiento? ¿Qué habría dicho la derecha de la izquierda y la izquierda de la derecha?
Por ello, la mejor estrategia es conjurarse a favor de la democracia y contra los populismos, sean quienes sean y vengan de donde vengan. Incluso del propio populismo. Por ello es tan importante defender la separación de poderes en España y, expresamente, la independencia del Poder Judicial. Por ello hay que fortalecer las instituciones del Estado frente a las intromisiones partidistas, porque la democracia será más fuerte cuanto más sólidas sean sus instituciones. Y por ello es preciso una posición inequívoca frente a los ataques a la libertad, a la democracia y a las instituciones del Estado.
Que nadie se equivoque: hay multitud de ejemplos en España de populismos y de ataques soterrados a la democracia frente a los que no se debe mirar para otro lado. Por eso es tan importante la hemeroteca, para recordar y advertir de las verdaderas intenciones de aquellos que bajo la defensa del interés popular esconden intereses espurios. Basta darse una vuelta por las redes para ver sorprendentes parecidos entre los discursos 'trumpistas' y los tuits de líderes de Unidas Podemos y de Vox. Así de claro.
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