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La Moncloa es un noviembre con las cortinas echadas. Una ventana que no deja traspasar la luz. El silencio atronador de unos teléfonos fuera de ... cobertura. Un desayuno con periódicos y sin diamantes. El miedo como dueño y señor del edificio Semillas. Pedro Sánchez con insomnio.
Esta semana conocimos la caída a los infiernos de Juan Lobato. Los periodistas de ABC Juan Fernández-Miranda y Javier Chicote publicaron una investigación sobre el socialista madrileño, que demostraba que Moncloa conocía los datos reservados sobre la pareja de Isabel Díaz Ayuso que previamente había manejado el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, hecho por el que está siendo investigado por el Tribunal Supremo en la actualidad. Pudimos comprobar los extremos de la conversación mantenida entre el propio Lobato y la jefa de Gabinete del ministro de Transformación Digital Oscar López, Pilar Sánchez Acera, cuando ambos trabajaban en Moncloa. Una campaña para destruir a un adversario político con información reservada, sin ningún tipo de remordimiento ni límite moral. La política apagando la luz de la democracia. El salto cualitativo en la investigación judicial de este nauseabundo asunto ha llevado a que el defenestrado Lobato haya tenido que explicar ante el juez Hurtado la perversa estrategia en la que participó.
Son cada vez más los analistas políticos que encuentran un gran parecido físico entre Pedro Sánchez y Richard Nixon a pesar de su diferencia de edad. Los delata su mandíbula. Es verdad que hay diferencias importantes entre lo que se conoció como el caso 'Watergate' y lo que algunos ya han comenzado a denominar 'Moncloagate'. Siendo los edificios y los hechos tan diferentes, ambos políticos comparten una estrategia similar a la hora de enfrentarse a sus particulares escándalos políticos. Cuando Nixon conoció el supuesto robo en el edificio de oficinas, se desvinculó del mismo, ridiculizando el hecho y a sus protagonistas. Conforme avanzó la investigación periodística, construyó un cortafuegos con personajes de segunda división de su Administración a los que negó tres veces antes de que el gallo cantara. No dudó tampoco en utilizar medios de comunicación afines paniaguados para desestabilizar a los que estaban destapando el escándalo. En España incluso está identificado el particular 'garganta profunda' de este escándalo, que no es otro que el ínclito Aldama, que no duda en cantar lo que en Moncloa quieren silenciar. Pedro Nixon Sánchez no para de ver el largometraje 'Todos los hombres del presidente' para conocer cómo será su futuro.
En la redacción del periódico 'Washington Post', se puede leer la frase de su antiguo director, Ben Bradlee, en la época del 'Watergate': «La verdad, por mala que sea, nunca es tan peligrosa como una mentira a largo plazo».
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