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El cinismo es carnívoro. La mentira vegetariana. La impunidad se bebe. Y la política, engorda. Pedro Sánchez con mentón contrariado en la Comisión Europea en ... la que se presentaba el Libro Blanco de la Defensa
El político contemporáneo no es sino un hombre que se lleva flores a sí mismo todos los días. Se mira al espejo y reconoce en demasiadas ocasiones la sonrisa del cínico. El fanático impone lo suyo por considerarlo que es verdadero, el cínico lo impone porque es suyo. La expansión del cinismo en la esfera pública solo puede entenderse como una degradación del debate público con consecuencias políticas inquietantes, como observamos a diario. El cínico se desentiende de la exigencia de argumentar en democracia sus posiciones, de justificarlas razonablemente ante otros. Simplemente se limita a imponerlas, siempre que tenga el poder para hacerlo. ¿Les suena?
Los líderes de la Unión Europea este pasado jueves explicitaron las medidas para el rearme comunitario tras el nuevo escenario geopolítico al que nos enfrentamos por obra y gracia de Vladímir Trump. Tras esta cumbre, Pedro Sánchez se sintió desarmado, e hizo suyo el monólogo de Gila en su rueda de prensa posterior a la misma: «¿Es el enemigo? ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento? ¡Que si pueden parar la guerra un momento!». En nuestro parlamento, ese mismo día, se había votado una proposición del BNG, que se resumía en tres puntos: el rechazo total a los planes de la Comisión Europea de elevar la inversión en Defensa hasta 800.000 millones de euros entre los 27 países de la UE, dentro del plan originalmente denominado 'Rearm Europe'; la renuncia a que España comience a decretar un incremento del gasto militar y, en paralelo, la salida inmediata de España de la OTAN. Sumar votó a favor de esta proposición del BNG junto con Podemos y Bildu. El líder socialista es conocedor de que no tiene capacidad para presentar unos presupuestos con un incremento en la partida de Defensa, pero le da igual. Con las cuentas prorrogadas por segundo año consecutivo, incumpliendo el mandato constitucional, encajará el gasto adicional en armas con grandes dosis de cinismo y eufemismo financiero, saltándose el control del Parlamento, como, por otro lado, viene siendo una práctica habitual en él. La oposición preguntará por las cuentas y el Gobierno responderá «la culpa es de Mazón». El reloj de su cinismo impone un retraso de años a la sociedad, pero le concede una nueva prórroga en el ejercicio del poder.
Pedro Gila Sánchez la semana que viene seguirá con su monólogo: «¿Es la fábrica de armas? ¿Está el señor Emilio, el ingeniero? ¡Que se ponga! De parte del ejército. Y le quería preguntar, ¿a cómo están las ametralladoras? ¿Y si compramos dos?».
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