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ANTONIO SOLER
Domingo, 6 de abril 2025, 02:00
En Vox han repartido un manual de emergencia entre sus líderes para justificar los aranceles de Donald Trump y, sobre todo, para justificar el apoyo ... de Vox a Donald Trump. En esas instrucciones de uso de la estupidez se nos dice que los responsables de la agresividad económica de la administración Trump son Pedro Sánchez y Ursula von der Leyen. Estos dos facinerosos tienen la culpa de que se grave a Japón con un 24%, a Camboya con un 49%, a China con un 54% o a la isla esa de los pingüinos con un 10%. Lógico. Lo que no se sabe es qué arancel mental, qué penalización de neuronas, suponen en la dirección de Vox que tienen sus seguidores. Porque es evidente que de sus no seguidores lo único que pueden conseguir es escarnio o mofa. Tan ridículo es su argumentario.
Se esconden tras el muro irreductible del patriotismo. Esa es su Numancia. Pertrechados tras las murallas de la estulticia hasta la muerte. Convertidos en mártires de puro patriotismo. España entera convertida en un alcázar de Toledo frente a la invasión europea y sus valores foráneos, fariseos. Ya no les vale el mensaje contra las hordas asiáticas que representaba el comunismo soviético. La Rusia de Putin es ahora un buen aliado en el acoso a la Unión Europea. Casi tan querido Putin como Trump. Porque Trump, no lo olviden, es un buen hombre que nos castiga por nuestro bien. Que nos corrige y nos enmienda. Nos va a llevar por el buen camino a los abusadores europeos, estafadores.
Santiago Abascal lo sabe, lo ve. Y por eso él y sus apóstoles predican su imposible evangelio. Se trabucan en la explicación, sí, no acaban de hilar ni de parecer convincentes, pero es que la palabra sagrada, el enigma surgido de la bendita Casa Blanca, es complejo por cuanto tiene de divino. Patriotas. Para explicar su patriotismo nada mejor que recurrir a un paisano de Trump. El viejo Ambrose Bierce. El escritor norteamericano nos daba dos acepciones de patriota en su 'Diccionario del Diablo'. La primera: «Alguien a quien los intereses particulares le parecen más importantes que los generales». La segunda: «Bobo que manejan los políticos». Está claro que Abascal y los dirigentes de Vox pueden acogerse a la primera definición. Quienes se creen lo que dicen pertenecen a la segunda. Lo tienen difícil para explicar el galimatías. Aunque el verdadero reto es el del PP, que no debería limitarse a sacar beneficio inmediato de la encrucijada de Vox, sino a tomar la posición de un partido de Estado y marcar una diferencia real con una extrema derecha ahora perfectamente retratada como enemiga de los intereses generales y de los valores de las democracias europeas.
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