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Se alza el telón. Los carpinteros ya están clavando los maderos de la cruz. El Mesías entra en este Jerusalén rodeado de espinas a lomos ... de un pollino. Palmeras y hosannas para recibir al inminente crucificado. Los cofrades miran al cielo, no esperando ninguna ascensión o aterrizaje de arcángeles sino como aficionados meteorólogos. De nuevo las inclemencias atmosféricas desbaratando tantos meses de espera. Nazarenos y comerciantes, todos le piden piedad al cielo y a la AEMET. La cera y el terciopelo. El Cautivo cumplió ayer su traslado caminando no sobre las aguas pero sí sobre un mar de paraguas. La misma devoción. El milagro de ese barrio 363 días al año laico y durante cuarenta y ocho horas transformado en reducto místico de la pasión.
Así va el mundo, siguiendo ese péndulo. Los judas especulando en bolsa con sus treinta monedas después de que ese extraño Barrabás con flequillo de algodón apareciera con su tabla de la ley convertida en una pizarra de aranceles. El restrictivo menú del restaurante mundial. Casa de comidas Trump. No se sabe de qué monte ha descendido este individuo que emula a los personajes más bajos de las Escrituras y que cuando imita a alguno de los menos infames es para negar tres o trescientas veces como san Pedro. Qué importa lo que dijera ayer si hoy puede gorjear con su hociquito redondeado lo contrario. Y qué más da que sus apóstoles se asemejen a una cuadrilla de perturbados recién salidos del frenopático. Eso sí, con diploma de Harvard y pedigrí de los Kennedy de toda la vida.
Se oyen los golpes de los carpinteros por las cuatro esquinas del mundo. Tres cruces. Habrá que pensar a quién se le concede el papel del buen ladrón. El ex ministro Ábalos se flagela con convicción de mártir. Abandonado. «Estoy solo», dice teatral y desgarrado ante los micrófonos de la pastoral mediática. Él, que siempre estuvo tan acompañado de Marías Magdalenas y Simón Cirineos ayudándole en el Calvario ministerial. Jessicas y Koldos convertidos ahora en plañideras con gafas de sol en las dependencias del Senado. Alanceados por esa turba depredadora de telediarios, juececillos, tribunos y fariseos. La oposición, las oposiciones, sedientas de sangre gubernamental, venga de donde venga, se aferran a sus cuellos como vampiros. Cuánto cartón piedra. Cuánto personaje de pacotilla en este trasiego de maletas, carreteras y aeropuertos que conforman la banda sonora de la Semana Santa. Y ahí vamos, todos convertidos en costaleros, cargando sobre los hombros a tanto Caifás y apóstol corrompido. Esperando el milagro de la resurrección, o por lo menos que no nos caiga la lluvia ácida.
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