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La Pascua en 'to lo arto'

INTRUSO DEL NORTE ·

Desde los balcones ya se atisba el Paraíso desescalado. Solo la fe nos hace humanos

Lunes, 13 de abril 2020, 07:29

De todos modos, el día antes del confinamiento cerramos la pizzería, bebimos Montepulciano a la orilla de un olivo. Julián y señora llevaban muy a rajatabla lo del gel alcohólico y no los besé porque a mí me mandaron a lo del 8-M de Calvo y Montero.

Digo que, de todos modos, la última cena de nuestra juventud la tuvimos bien, felices, en víspera de lo desconocido y de la infamia que habría de venir. Que en un mes íbamos a llegar a los balcones y las delaciones de la quimera era un impensable, pero apretamos los dientes, que es lo que mejor sabemos hacer desde Viriato.

Porque, de todos modos, antes del confinamiento tampoco es que atáramos los perros con longanizas y algunos más que otros sí que teníamos ya cierta noción del Apocalipsis. Encerrado en el sótano, a veces baja Enrique a preguntarme si puedo buscarle al amor de su adolescencia: su perica de esas noches de playa y moto por la Tabacalera en una Málaga que aún entonces (sic) no era capital mundial.

El confinamiento tiene esta virtud de hacernos viajar a un pasado que cada día es más dulce y que incluso lo han vivido otros o lo vivimos en ellos. Enrique quiere que, cuando pase todo, la jubilación le llegue para un terrenito rural con caravana por la zona de Benagalbón. Sueños de tieso.

En el Domingo de Resurrección, dicen que ha resucitado la atmósfera y que los 'jabalises' y los gamusinos bajan curiosos del Morlaco a la playa: la fauna ibérica se 'solea' y es el símbolo de que la vida siempre se abre paso en las manchas de coníferas de Málaga Este.

Ya cansan los psicomagos con sus recetitas de falsa felicidad, pero también todos aquellos que se vienen arriba con el pesimismo que creen literario: a ninguno de los dos les gusta la Feria y con eso, creo, queda todo dicho. Mi Jueves Santo pasó, se reventó el microondas y la vitrocerámica, el Tinder seguía medio 'FAILURED' y juré que mi pijama iba a ser el fajín de Isabel la Católica.

Ya no queda más que el optimismo, y que nadie nos lo haga perder. La primera víctima de una guerra es la felicidad/fe/esperanza e Iván Redondo sabe que lo sabemos. Todo teléfono es una herramienta de construcción masiva, y nadie nos dijo jamás que un Android nos haría más llevadera la nostalgia de tronos silentes.

El teléfono nos hará libres, efectivamente, el día en que podamos sacarnos un selfie en La Venta del Gato o en el Pimpi Florida: ese día sabremos que hemos vencido sin heroísmo ni pejiguerías santurronas.

El ser humano puede ser maravilloso más allá de los balcones, desde los que ya se atisba un paraíso contenido y necesario.

Llevamos la Pascua 'en to lo arto'.

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