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Resulta un misterio por qué los grandes proyectos de infraestructuras para la provincia de Málaga casi han desaparecido de la agenda de las administraciones públicas, especialmente del Estado. Y da igual qué partido gobierne, porque esta parálisis se ha percibido tanto con el PSOE de ... Pedro Sánchez como con el PP de Mariano Rajoy. A veces da la impresión de que se ha instalado cierto recelo en los ámbitos de decisión y es fácil escuchar que «los malagueños ya han recibido muchas inversiones», como si la provincia no necesitara seguir avanzando. También conviene hacer autocrítica y reconocer que por aquí está bastante extendido un viejo complejo a la hora de afrontar nuevos y ambiciosos proyectos, como si existiera cierto reparo a exigir nuevas inversiones.
Viene esto al caso por el informe de Promálaga sobre la financiación del Plan Málaga Litoral, la operación ideada por el Ayuntamiento para soterrar el tráfico desde la avenida de Manuel Agustín Heredia hasta el paseo marítimo Pablo Ruiz Picasso y construir dos estaciones de autobuses soterradas en la explanada de la Estación y en la plaza de la Marina. Son muchos los que consideran desmesurada la inversión de 400 millones para una actuación que supondría un cambio radical en la movilidad del centro de la ciudad y sus conexiones con el área metropolitana, hasta el punto de calificarla de idea magalómana o innecesaria. Diría que muchas de estas reticencias se explican por lo difícil que resulta tener perspectiva de futuro, pero hay que hacer un ejercicio para intentar anticiparse y ver con ojos del presente cómo será la Málaga de 2040, por ejemplo. Sólo así puede entenderse la necesidad de este proyecto y, al mismo tiempo, relativizar esa inversión millonaria.
Hay muchos ejemplos, aunque el más claro es el soterramiento de la M30 de Madrid, que provocó airadas críticas a Alberto Ruiz Gallardón. Hoy esa actuación se considera una de las mejores y más eficaces ideas que se han llevado a cabo en la capital española. Por eso me parece imprescindible tener visión de futuro y adelantarse a los tiempos, por complicado que parezca. Y este Plan Málaga Litoral se adelanta a los tiempos. Es cierto que un desembolso de 400 millones de euros tiene la suficiente entidad como para crear debate y pensarlo no una ni dos sino varias veces, pero también eran una cantidad importante aquellos 800 millones de las líneas de metro, que en su tiempo también parecían una cantidad desmesurada.
Málaga y sus políticos deberían recobrar la ambición de antaño. Esa que llevó a Magdalena Álvarez a impulsar un súper aeropuerto que garantiza las necesidades de la Costa del Sol por muchos años. En su día se llegó a decir que era una exageración y un despropósito de la entonces ministra de Fomento. Habría que alzar la voz de verdad y no cejar en el empeño de llevar el tren hasta Estepona, una urgencia en estos tiempos en los que se busca una movilidad sostenible. Pero también hay que pensar en conexiones ferroviarias con la Axarquía y todo el área metropolitana, que pide a gritos líneas de metro o de Cercanías que acerquen la capital a Rincón de la Victoria, Vélez, Cártama o los Alhaurines. Y también es preciso mejorar la autovía de la costa oriental, cuyos accesos están colapsados, y mejorar la red de la zona norte de toda la provincia.
El hecho de que los fondos europeos no vayan a financiar cemento no debe impedir que la provincia insista en planes sostenibles de transporte y movilidad. Quizá para ello es preciso plantear soluciones imaginativas para la financiación, que incluso pasen por colaboraciones público privadas que reduzcan el impacto a las arcas públicas. Para aquellos que se asustan por el hecho de que el Ayuntamiento tenga que pagar, en caso de que el proyecto salga adelante, un canon anual entre tres y cinco millones por el Plan Málaga Litoral es bueno recordarles que la Junta de Andalucía paga un canon anual de 50 millones por el metro de Málaga. No se trata de disparar con pólvora del rey o recurrir a la frase de la exministra Carmen Calvo de que «el dinero público no es de nadie». Se trata se asumir que vivimos en otros tiempos, con otras formas de financiación de las grandes obras y con estrategias diferentes de gestión.
Esta semana, el conocido Manuel Pizarro, expresidente de Endesa, aseguró que «la gran capital del Mediterráneo es Málaga». Pues bien, esa gran capital debe pensar en el futuro, en sus ciudadanos y en construir un modelo de ciudad sostenible. Y eso solo es posible con inversiones que hoy pueden parecer desorbitadas pero que mañana nos parecerán rentables socialmente.
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