Secciones
Servicios
Destacamos
Si la primera impresión es la que cuenta, esta XI legislatura del Parlamento andaluz va a ser rara de solemnidad. Aunque son malos tiempos para las certezas, el cambio de ciclo en la política andaluza no va a ser una alternancia al uso, 36 años después, sino un guirigay cósmico. A partir de la base de que va a gobernar el partido que más votos ha perdido de todos, el PP, harto de criticar «pactos de perdedores» que le han desalojado del poder en diversas instancias y momentos, es más fuerte aún que los ganadores, el PSOE, no pueden ni criticarlo, porque en Madrid esa misma es la situación de su partido. Es decir, en España y en Andalucía gobiernan los derrotados. Esto no queda así solo: si en Madrid PP y Cs echan pestes de los apoyos de indepes y abertzales a Pedro Sánchez, aquí aceptan sin rubor que les respalde Vox, un partido que se sitúa en los márgenes de la democracia desde el momento en que no reconoce al franquismo como una dictadura y quiere vulnerar derechos humanos, como el de asilo, la igualdad de hombres y mujeres o el derecho a la identidad sexual. Curioso, por cierto, el error en el programa PP-Cs que llama «transgénicos» a los «transgénero».
La constitución del Parlamento rozó el mamarracho durante la jura de los nuevos diputados, que evidenció la inexperiencia de la presidenta Bosquet, y el esperpento en las cábalas que hicieron unos y otros para la composición de la Mesa. Cs quería que Adelante Andalucía le votara para evitar que quedara muy evidente que contaba con el apoyo de Vox. La coalición de Podemos e IU, que aceptó a cambio de la vicepresidencia tercera, al final se desdijo y se terminó por quedar sin puesto. Dicen que Marín, que conoce bien a Maíllo de su época de profesor en Sanlúcar, contaba con su reacción final, pero la verdad es que aunque haya conseguido un puesto más, al líder naranja no se le veía demasiado contento, mientras que el de IU tiene toda la pinta de que va a ser, como portavoz de AA, quien se acabe por merendar a su cabeza de lista, Teresa Rodríguez.
La nueva legislatura va a ser, sobre todo, la de Vox. A sus líderes se les veía con ínfulas de mando en plaza, y la voz de su secretario general más bien parecía que daba órdenes en el patio de un cuartel que hacía declaraciones a la Prensa. Nadie los quiere, pero son el invitado incómodo que PP y Cs han de sentar a su mesa.
Juanma Moreno, que va ahora rodeado por una corte mucho más numerosa que hace un par de meses, negociará ya mañana con Juan Marín la composición y la estructura del futuro Gobierno andaluz. Se supone que la investidura será lo antes posible, a falta de que Vox dé alguna sorpresa ingrata que la retrase, y circulan quinielas, pero la principal incógnita es qué tipo de liderazgo va a ejercer el político malagueño, qué peajes va a tener que pagar, cómo se va a entender con Cs, y con Vox, con una competición electoral en puertas.
La incógnita final, el futuro de Susana Díaz pasa ahora mismo por atrincherarse como jefa de la oposición y resistir los embates internos. Sabe que para ser revocada hace falta mayoría del comité director del PSOE andaluz, que ella controla hasta el extremo, y una votación de la militancia. Pero aunque quisiera, Díaz no se puede ir y dar el gusto a sus rivales de que abandona cuando vienen malas.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.