Palante

Arde Barcelona. De arriba abajo, una ciudad que fue amada queda hoy para un responso. Llorar la ciudad que fue: no queda otra. Eso, claro, ... y ayudar a los barceloneses de bien, mestizos de alma, que tanto hicieron por nosotros en tiempos de miserias y tal. Digo esto porque ya nos está cayendo en los foros y los corrillos del Foro (sic) eso mismo: el sambenito divino de segunda Capital. En Valencia tienen lo que tienen, y ahora se nos está poniendo eso; cara de segunda capital del Estado, de ese Estado que a mí me gusta llamar España. No hay más que creérselo y seguir hacia adelante. Las obras del puerto deportivo de San Andrés son el ejemplo de que sí, de que es posible todo con un poco de voluntad. De esa voluntad malagueña que pasa por superar a los muermos de siempre, los que quieren la ciudad rancia y dormida en sí misma como una Vetusta. Pero ahí seguimos pese a todo, fascinando en Madrid y atrayendo talento a pesar de los pesares: los endógenos y los exógenos. Yo llevo mucho tiempo pensando en el Paraíso que somos y que seremos, y por eso escribo con una cierta motivación de la ciudad. La veo desde lejos, la leo desde cerca y la siento aquí mismo: junto al teclado del ordenador. Más allá, es cierto, habría que cambiar muchas cosas; que cualquier iniciativa no se topara con el farallón de la burocracia y el hecho de que la ciudad sea ajena a los suyos. Dios nos hizo lejos del chovinismo agropecuario de otras provincias cercanas y lejanas, y lo que es un milagro no podemos convertirlo en una maldición. Es así.