Borrar

Palacio real de la Mareta. Lejos del descomunal ruido

POR AHORA ·

Domingo, 9 de agosto 2020, 09:43

El gusto por la opulencia suele ser un rasgo desconocido u oculto para los más de los mortales. Ignorantes hasta de sí mismas, las personas corrientes nacen, crecen, trabajan y viven, sin llegar a saber si su mero contacto con el superlujo o el derroche podría llegar a embriagarles y producir esas sensaciones que sólo la adicción irrefrenable es capaz de crear. Algunos llegan a conocer la vida de alto alcance material por pura casualidad, pero otros la buscan con insistencia, pues su sola visión en películas y carteles fue el toque definitivo para revelar su personal e ineludible tendencia.

En Lanzarote, la perla volcánica canaria, el desaparecido Rey Hussein I de Jordania a principios de los 70 mandó construir una moderna casa-palacio en el municipio de Teguise, al norte de la isla y a orillas del Atlántico. Este palacio-residencia fue diseñado por César Manrique con proyecto arquitectónico de Fernando Higueras. Con una extensión de 31.000 metros cuadrados ajardinados con la vegetación típica de la isla en medio de bellísima y oscura arena volcánica y grandes palmeras, dos piscinas, jardín central con lago, una villa principal, diez adyacentes y un helipuerto. A finales de 1980, el Rey Hussein regaló a Juan Carlos I su residencia real y éste a su vez lo donó a Patrimonio Nacional. Desde entonces en la Mareta se han hospedado ilustres invitados, de hecho Pedro Sánchez -se habla de dos 'falcon'- es la segunda vez que se desplaza y aloja en el fantástico complejo 'de permiso'.

Es más que opinable tomar vacaciones en medio de una hipotética -ojalá frustrada- segunda oleada de la epidemia vírica, que nos ha traído un desplome económico de proporciones gigantescas. Incluso puede ser inoportuno hospedarse en palacio obsequiado al Rey Juan Carlos, y donado al estado por éste, en los actuales momentos, en los que las presiones de Sánchez -el huésped real- han provocado la lamentada y provisional marcha al extranjero del Rey Padre. Los 47 millones de espectadores estamos atentos y, por momentos, estupefactos ante el chirriante contraste entre las 'medidas ejemplares' exhibidas en un alarde de autotitulada ética y los ejemplos de derroche e inmoralidad que nos dan sus impulsores.

El humo, como la niebla, opaca al horizonte de modo absoluto, pero su efecto es sólo temporal y, cuando al fin se va, de nuevo volvemos a ver lo que realmente hay allá en la media y larga distancia. La gestión de la grave crisis sanitaria, la falta de previsión y el cierre absoluto económico y laboral y las consecuencias de todo ello, no hay cortina que los pueda tapar. Aplazar la certidumbre de la ineficiente tarea del Gobierno social-comunista, sus intentos adocenadores de totalitarios tics, los graves y puede que determinantes problemas judiciales del Vicepresidente Iglesias y la desaprobación general nacional e internacional de todos y por todos... Sólo retrasa brevemente el disgusto y el rechazo de una nación, que lo es, y que no consentirá seguir siendo el rehén del ensayo y el desahogo de la perversa coalición de torpes y malvados.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur Palacio real de la Mareta. Lejos del descomunal ruido