Pacto por la libertad, la salud y el futuro
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Es tan desconocida y misteriosa la evolución inmediata de los contagios y el padecimiento de la enfermedad covid-19 como la propia situación económica de nuestro país. El más preocupante pesimismo ha empezado a instalarse de modo general ante la explosión diaria del número de positivos, los brotes y las inmensas dudas acerca del aumento del número de enfermos, que aún no arroja cifras de colapso. Y, en relación a la economía y el empleo, las dudas no son menores. De momento, la caída de la actividad industrial, agrícola y turística, no puede ser más desalentadora. La mala gestión del abono de los ertes, el fiasco del cacareado ingreso mínimo vital y las nuevas limitaciones o prohibición del ejercicio de determinadas actividades, no traen sino grandes dificultades para atender las necesidades más elementales y negros horizontes para los trabajadores, funcionarios, autónomos y el resto de integrantes de todos los campos profesionales. Cada día nuevos datos desalentadores de contagiados, municipios confinados y más y más muestras de desconcierto ante el comportamiento de la pandemia, arrasan las esperanzas de encontrar un final razonable para esta terrible situación. De modo inevitable los ciudadanos vuelcan su mirada hacia los máximos responsables gubernamentales, cuyo comportamiento equívoco despista y decepciona a la vez. Las vacaciones de Pedro Sánchez han sido sin duda piedra de toque para expectantes y desesperados, pues la hipótesis de que había cierto control de la situación se cae como castillo de naipes minuto a minuto. Querer ser presidente no es suficiente para ser tolerado o sostenido, hay que tener habilidades, planes concretos y capacidad de reacción. Desgraciadamente nada de ello adorna al actual Gobierno, quizá capaz para otros eventos en otras circunstancias y otras situaciones de estabilidad que hoy y ahora no se dan. Ni siquiera ese cierto aprovechamiento de la situación en un principio para colar reformas ajenas a la emergencia sanitaria y económica que pudimos atisbar tienen ya sentido, porque no hay fecha para finalizar ni más punto de referencia que la anhelada aparición de una vacuna fiable, cierta y disponible. De continuar este estado de cosas -aderezadas con las conclusiones del Tribunal de Cuentas y la financiación presuntamente ilegal de UP- nos encontraremos con la huida voluntaria de los ministros de Podemos de sus actuales responsabilidades, compartir el fracaso tiene pocos partidarios. Hoy no se trata de gobiernos de concentración, nuevos presupuestos, jugadas parlamentarias de mayor o menor ventaja, maniobras de injusto y desigual aliento económico con los nacionalistas para sacar adelante esto o lo otro, definitivamente no. Hoy se tiene que abordar la necesidad perentoria de pactar el día a día sin dilación ni ocurrencias para afrontar la crisis sanitaria y la realidad económica y social también de cada día. Cada minuto que se pierde es un dislate. Esta emergencia nacional tiene proporciones gigantescas y empeora sin remedio. Hay que despejar este laberinto y hacer un gran pacto nacional fiable y sin trampas, generoso y dirigido sólo y exclusivamente a salvar la situación. La decisión y responsabilidad es de Pedro Sánchez y su Gobierno, a él corresponde sentarse con la Oposición, proponerlo y poner en funcionamiento un pacto por la libertad, la salud y el futuro. No hay tiempo que perder.
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