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Estoy empezando a pensar que este ecosistema ha perdido la cabeza y se aleja peligrosamente de cualquier atisbo de sentido común. Para iniciar mi reflexión, he pensado que la mejor manera es exponer un breve resumen de la reunión que tuve la semana pasada con ... un emprendedor:
- Emprendedor: ¿Qué pasa, estrella?, ¿Cómo vas, 'bro'? Mira, te cuento rápido. Somos una compañía de base tecnológica afincada en Miami y especializada en la creación de modelos neuronales de aprendizaje autónomo en el mundo de la formación.
- Yo: ¡Guau! Pues cuéntame cómo lo hacéis, dónde estáis, dónde queréis ir y qué necesitáis de mí.
- Emprendedor: Pues hemos desarrollado un modelo de IA (inteligencia artificial) en el que tanto los contenidos como el profesor los crea nuestro propio modelo a golpe de un breve prompt (indicación que se le introduce a los modelos para explicarle qué quieres que te creen). El modelo que estamos entrenando es una pasada, no existe nada más disruptivo en el mercado.
- Yo: ¡Cuéntame, cuéntame!
- Emprendedor: No hace falta nada de recursos para crear y vender tus productos educativos. Simplemente, le dices al modelo qué tipo de contenido necesitas y cuál será el nivel del alumno que va a recibir esa formación. A partir de aquí, nuestro toro (el modelo de IA) te crea el curso con la forma y la dedicación de estudio a la semana que tú le indiques. Además, le puedes decir qué tipo de profesor quieres que te imparta las clases, tanto su aspecto físico, como lenguaje, acento, etc. Es una locura, vamos a reventar el sector en unos pocos años. Ni un recurso más, ni gente que te cree los contenidos, ni profes, ni nada. Ni un gasto más. Nuestra IA lo hace todo por ti de forma automática y a coste cero.
- Yo: ¡Vaya! Sí que es una pasada. Pero, una pregunta, para crear el modelo y entrenarlo, ¿qué costes habéis tenido hasta ahora?
- Emprendedor: En desarrollar este modelo nos hemos gastado 4M y estamos buscando 2M más para poder terminarlo. La valoración de la ronda será a 6M premoney (antes de la entrada del dinero).
- Yo: Pero ¿no estaba ya creado?
- Emprendedor: Bueno, estrella, todavía nos faltan algunas cosillas para terminarlo y reventar el mercado.
- Yo: ¿Qué cosillas?
- Emprendedor: Los contenidos a veces no son los más adecuados y eso...
- Yo: ¡Ahh! ¿Y cuánto tiempo lleváis con esto?
- Emprendedor: Dos años. Pero con los dos millones yo creo que en 2-3 meses terminamos de ajustar el modelo para sacarlo al mercado y reventarlo.
- Yo: ¿Y esa valoración de la compañía de 6M premoney? ¿Cómo habéis llegado a ella?
- Emprendedor: Bueno, aquí tienes nuestro vuelo, como verás, en el momento que salgamos al mercado, en 2 o 3 meses, como te he dicho antes, esto es tan disruptivo que, como mínimo, tenemos pensado vender entre 3-4 Millones los primeros 6 meses. Si te fijas, la valoración que estamos pidiendo no llega ni a una vez las ventas del primer año.
- Yo: ¿Pero qué ventas?
- Emprendedor: Las que pensamos hacer en el primer año una vez terminado el modelo
- Yo: ¡AHHHHH!
A esta situación de falta de sentido común es a donde, por desgracia, estamos empujando a muchos de nuestros emprendedores. Porque, obviamente, la culpa no puede ser solo de ellos, aquí todos los actores del ecosistema (inversores, emprendedores, administración pública, consultores, etc) tenemos parte de culpa. Es decir, que somos cooperadores necesarios para que la situación haya llegado hasta provocar escenas tan febriles como la que os acabo de contar.
Sé que la reflexión que he explicado con el emprendedor puede pareceros algo exagerada, pero tristemente es mucho más habitual de lo que pensáis y nuestro ecosistema emprendedor está actualmente, al menos desde mi punto de vista, muy dopado de humo y «chaladura» tecnológica. Y es que parece que los humanos nunca aprendemos del pasado y que somos de los pocos animales que, aun viéndolas venir, tropezamos siempre dos veces con la misma piedra.
¿Os acordáis en los años 90 lo que ocurrió con la mezcla de mucho dinero en el mercado junto con un montón de gurús explicando los beneficios del nuevo grial de aquel momento? Yo lo viví como un mero espectador, pero no he olvidado aquella época en la que cualquier startup relacionada con el universo internet tenía una valoración galáctica, independiente de cuál fuese su propuesta de valor. Muchas veces se invirtió, incluso sin entender bien la propuesta.
Yo recuerdo a mi amigo Agustín cuando hablamos de compañías como Terra, Ya.com, Eresmas, etc, que siempre me decía que no entendía sus valoraciones, pero todo el mundo iba a ellas como locos. Yo no invertí, no porque no lo viese, sino porque estaba sin un duro, de lo contrario, creo que me hubiese dejado arrastrar por la ola. Bueno, la historia ya la sabemos y la ola de inversión descontrolada terminó con el estallido de lo que hoy día conocemos como la burbuja de las puntocom allá por el año 2000.
Actualmente, pienso que se está gestando una situación muy parecida, sustituyendo la palabra puntocom por la de IA y, la de empresa por la de startup tecnológica. Por eso volvemos a ver un montón de compañías con valoraciones muy elevadas que son incapaces de explicar su valoración a través de análisis fundamentales. Eso sí, suelen ser compañías que continuamente te están hablando de términos como neural networks, reinforcement learning, deep learning, IA, etc.
La situación está empezando a ser tan ficticia que incluso muchos de estos emprendedores evitan o se encuentran incómodos cuando empezamos a hablarles de balances, flujos de caja o ebitdas. ¡Bah, eso es de antiguos! Solo les interesa contarte cómo, casi por arte de magia, van saliendo de su Excel los millones de euros que van a terminar vendiendo en un futuro no muy lejano aunque, en estos momentos, estén perdiendo dinero a mansalva. Bueno, ellos dicen burn rate, que suena más molón.
Así que, si no estás en esa ola a tope, siento ser tan sincero, pero eres un antiguo casposo y un desactualizado. Ya sé que tuvimos una corrección significativa tras el Covid, pero nuevamente se está calentando el mercado a un ritmo vertiginoso. Por ello os digo que es el momento de normalizar esta situación y ayudar a este tipo de emprendedores a que aterricen y tomen tierra pues, muchas veces, «la tontería del ecosistema» lo único que termina provocando es la aceleración de la destrucción de este tipo de compañías.
Con esta expresión, lejos de querer ser ofensivo, lo único que pretendo es dar un toque de atención a la infinidad de premios, encuentros, hubs, y demás eventos que normalmente no hacen más que desenfocar al emprendedor y meterles pajaritos en la cabeza. De hecho, actualmente, aunque las startups tecnológicas suelen levantar rondas de inversión más fácilmente que el resto de compañías en sus primeros años de vida, sabemos que tienen mayor porcentaje de fracaso que las de otros sectores antes de cumplir los primeros 5 años. Además, empezamos a tener datos, como los de CBInsights, que apuntan a que en el grupo de startups que han recibido algún tipo de premio o reconocimiento durante su trayectoria de crecimiento, el porcentaje de fracaso y cierre es el mismo que en el grupo de las no premiadas. Con todo, obvio que no lo estamos haciendo bien.
Desde mi punto de vista, deberíamos empezar la casa por los cimientos y provocar que los emprendedores se mezclen desde el principio con empresarios que lleven tiempo compitiendo en el mercado y con clientes que lleven tiempo comprando productos similares. Esta mezcla induciría a los emprendedores a mayor enfoque hacia los problemas reales y hacia una visión de cliente final potencial que muchos de los emprendedores lo tienen apartado de la visión de su negocio.
A mi juicio, la visión de «el producto es el rey» está haciendo mucho daño. Necesitamos juntar y mezclar lo mal llamado nuevo, los emprendedores, con lo mal llamado antiguo, los empresarios. Seguro que aquí se aterrizan más las innovaciones y surgen un montón de ideas nuevas.
Si nos fijamos en los eventos de empresarios y emprendedores, casi siempre van por separado, es absurdo, no tiene sentido. Pero por Dios, Alá, la energía o lo que cada cual mejor prefiera: ¿Qué es un emprendedor? Simplemente, una persona que aspira a ser empresaria y que todavía no ha llegado. Es decir, un emprendedor es un empresario en potencia que tiene que caminar en el mercado para demostrarlo.
En definitiva, ruego dejemos de inflar la cabeza de los emprendedores y de dopar financieramente a startups tecnológicas que no se sostienen en ningún análisis fundamental, pues estamos creando un entorno pierde-pierde puro. Al engordar financieramente a las compañías, debilitamos sus balances y el riesgo potencial de que la compañía quiebre es mayor y, por tanto, la probabilidad de que los inversores pierdan su dinero también lo es.
En fin, volvamos a la senda del sentido común que en este ecosistema comienza a brillar por su escasez. Salud y fuerza para el camino.
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