La disposición adicional sexta del Proyecto de Ley de medidas urgentes para la reducción de la temporalidad en el empleo público (en la actualidad tramitándose en el Senado y que procede del Real Decreto-ley 14/2021, de 6 de julio) recoge una sentencia de ... muerte a los principios constitucionales de igual, mérito y capacidad en el acceso al empleo público, despropósito que espero sea remediado en primera instancia en sede parlamentaria mediante las correspondientes enmiendas en la Cámara Alta, y si nuestros senadores no están a la altura de las circunstancias, sea anulado por el Tribunal Constitucional ante los más que seguros procedimientos de inconstitucionalidad (recursos y cuestiones) que se plantearán ante este desprecio a la igualdad como pilar de nuestro sistema constitucional. La exposición de motivos del proyecto de ley intenta justificar lo injustificable apelando a que las convocatorias conforme a lo previsto en el artículo 61.6 y 7 del Texto Refundido del Estatuto Básico del Empleado Público, por el sistema de concurso, de aquellas plazas que, reuniendo los requisitos establecidos en el artículo 2.1 del proyecto de ley, hubieran estado ocupadas con carácter temporal de forma ininterrumpida con anterioridad a 1 de enero de 2016, se justifican en «razones excepcionales y objetivas». ¡Y un cuerno! Con este «mantra» de la excepcionalidad llevamos desmantelando la Función Pública desde hace décadas, ante la conveniencia para algunos gestores públicos de contar con personal en situación de precariedad y sin selección rigurosa y objetiva, empleados más vulnerables ante presiones que les doble el brazo en el ejercicio de sus funciones y caldo de cultivo para la debilidad en los debidos controles internos en el seno de las administraciones públicas.

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Para estos amigos del enchufismo, existen los de «dentro» (todo vale para su consolidación) y los de «fuera». Pues bien, en lo que mi dependa, voy a defender a ultranza a estos chicos y chicas que estudian sus oposiciones de lunes a domingo, todos los días iguales salvo el descanso preceptivo de un día o día y medio (dependiendo del grado de «crueldad» del preparador). La mesa, los libros, los apuntes y el temario de la convocatoria que mira una y otra vez porque no se puede imaginar lo extenso e inabarcable que llega a ser. Este es el entorno diario de una entrañable figura, el/la opositor/a, sí queridos lectores, esos jóvenes que después de cursar sus estudios deciden dedicar sus conocimientos y futuro profesional a la Función Pública, tan denostada desde la inquina a lo público que sienten algunos sectores a los que les encantaría unas administraciones raquíticas y la mayoría de los servicios en manos de los «paladines» del mercado.Quería rendir este homenaje a los opositores. Yo he sido uno de ellos y tengo la convicción de que una de las instituciones más efectiva para dar cumplimiento al principio de igualdad es precisamente la oposición libre, a pelo, duras pero justas, donde al tribunal le interese en exclusiva los conocimientos demostrados y le importe un pepino el apellido, ideología o clase social del opositor.

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