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El pasado puente viví lo que siente un turista cuando sale de su ciudad para visitar otra. Estuve en Roma con unos amigos y vivimos ... una experiencia agridulce. No fue precisamente por los ciudadanos romanos, que ciertamente miman a los turistas, pues saben lo importante que es para su economía la llegada de visitantes. No hay que olvidar que para las grandes ciudades del mundo, como Londres, París o Nueva York, el turismo es una de sus principales canales de ingresos. La experiencia turística en Roma fue realmente satisfactoria, pese a la aglomeración que hay en distintos puntos de atractivo turístico, como el Coliseo o la visita al Vaticano, sobre todo para contemplar la Capilla Sixtina. Si se compara el flujo turístico de Roma con el de Málaga es simplemente de risa decir que la capital de la Costa del Sol está saturada. De verdad, de risa. Pero uno sabe a lo que va y no hay que quejarse porque no te dejen el Vaticano o el Coliseo para ti solo. Todo el mundo tiene derecho a viajar. ¡Viva la democratización del ocio!
La experiencia desagradable vino al final del viaje, cuando abandonamos el hotel y desde la recepción se nos dijo que había que pagar el impuesto turístico. O sea, que había que pasar por caja por el mero hecho de ser turista. Casi 50 euros (dos personas) por estar tres noches alojados allí. La verdad es que se te queda la cara de tonto, pues en el fondo supone un atraco a la cartera, más que nada porque en el pago de la habitación del hotel ya está incluido el IVA, impuesto que también pagamos cada vez que íbamos a comer o a cenar en los restaurantes de la capital romana. O cuando te tomas un café o un helado o cuando coges un taxi. O sea, que desde que sales del aeropuerto estás pagando impuestos.
Existe el mantra de que estas tasas o impuestos se imponen para paliar los gastos que sufre el municipio por la visita de los turistas. Y es entonces cuando hay que reflexionar y pensar en qué causa gastos un turista para el ayuntamiento de turno. Vamos a ver, en el alojamiento el municipio ni entra ni sale, pues la empresa es la que paga religiosamente los gastos que puedan producirse de luz o de agua. O sea, que por ahí pagan. En el tema de basuras, también son los hoteles, viviendas turísticas, restaurantes o cafeterías los que pagan su correspondiente tasa, o sea, que el ayuntamiento cobra por eso. En transportes, si coges un autobús, un metro u otro servicio público municipal también pagas el correspondiente billete para ir en los mismos, seguramente más caro que el residente que tendrá descuentos si adquiere por ejemplo un abono de transportes. Quizá el único gasto sea, por imaginarme algo, el desgaste que pueda provocar en el adoquinado o la acera que se pisa, que desde luego no vale los 50 pavos que pagamos. A esto hay que unir el gasto que se hace en comidas, bebidas, entradas a museos, que sin duda genera economía para las entidades públicas y empresas privadas, que posteriormente pagan sus correspondientes impuestos a cada administración. O sea, que se vea por donde se vea, el turismo es una gran fuente de ingresos. Por eso no hay que abusar y hacer sentir al turista como una persona causante de molestias y que por ello tiene que pasar por caja por este hecho, pues sólo cabe pensar de esa forma cuando la base imponible de la tasa es simplemente ser turista y dormir en una determinada ciudad.
Estos días se ha aprobado que en Barcelona se va a pagar hasta 15 euros por pasar la noche. Sin duda la Ciudad Condal tiene mucho atractivo turístico, pero quizá no tanto para hacer ese esfuerzo económico. A esto hay que unir que prácticamente todos los países del mundo están en el mercado turístico. En Berlín, en la ITB, se pudo comprobar que naciones hasta ahora inimaginables para viajar también están haciendo una apuesta decidida por intentar captar turistas y sin duda no lo harán castigando de esa manera a los visitantes con impuestos y más impuestos. Hay que ser competitivos, dejarnos de tonterías y ver el turismo como lo que es: una gran industria de la que viven miles de personas en Málaga, en Andalucía y en España. Cuidado con pasarse de frenada, porque los turistas no son tontos y cuando sientes que eres una persona molesta simplemente no vas a dejarte el dinero. Salvo lo que se quiera realmente es que no vengan turistas...
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